A tan sólo una semana de las elecciones PASO, en La Marea Noticias nos proponemos pensar cuál es el lugar que ocupan las mujeres en los cargos más altos de la actividad política del país. Además, bajo la lupa de la politóloga Paola Zuban analizamos cómo están distribuidos los lugares en las fórmulas presidenciales, qué se ha ganado en materia de paridad de género y qué es lo que todavía falta.
Por Florencia Igarza. Especial La Marea Noticias
De acuerdo al último censo realizado el 18 de mayo 2022, las mujeres representan el 51,76% de la población argentina. Sin embargo, ese porcentaje está bastante alejado cuando observamos quiénes participan de la actividad política de nuestro país y, fundamentalmente, de las decisiones más gravitantes del Estado, del sistema, y también en el interior de los partidos mismos.
Veamos con lo que nos vamos a encontrar este domingo 13 de agosto. La Justicia Electoral nacional oficializó un total de 27 fórmulas presidenciales de 15 alianzas y partidos políticos. De esas 27, tendríamos que filtrar a 3 fórmulas si pensamos en las que tienen más chances de llegar a la Casa Rosada. Si bien gran parte de las encuestas hace su trabajo cada día para dejar de tenerlas en consideración, todo indica que en una elección sin grandes sorpresas, el próximo presidente o la próxima presidenta de la Argentina saldría de Unión por la Patria, más específicamente de la lista apoyada por Cristina Fernández de Kirchner (Massa – Rossi), o de la opción ganadora de la interna de Juntos por el Cambio (Larreta – Morales vs Bullrich – Petri). El binomio de Javier Milei – Victoria Villarruel se presenta como la gran incógnita electoral de este 2023.
Volviendo a las tres listas que, según se especula, son las más competitivas, de esto surge que sólo una mujer tiene posibilidades reales de llegar a la presidencia. Patricia Bullrich es la candidata del ala más extrema de JxC. Ella y Javier Milei (LLA) fueron los únicos dirigentes de primera línea nacional que no condenaron uno de los episodios de mayor violencia política desde la vuelta a la democracia: el atentado a la actual vicepresidenta. “A mí no me van a obligar a que ponga la palabra repudio”, se justificó en aquella ocasión. Su discurso gira permanentemente en torno a la idea de “si no es todo, es nada” o “conmigo esto se acaba”, explicitando que no va a dialogar con sectores que se opongan al ajuste que propone en términos económicos. En síntesis, en estas elecciones la única mujer que podría ser presidenta es una dirigente del estilo “mano dura”.
En las otras dos posibilidades, consideradas más de ‘centro’, tanto los precandidatos a presidente como los vice son hombres. Y si hacemos la distinción de las 27 fórmulas por partidos políticos, obtenemos que el radicalismo no lleva a ninguna precandidata a presidenta y ni siquiera a una precandidata a vice.
Nunca está de más poner en perspectiva que la sociedad argentina eligió a tan sólo una mujer en toda su historia para comandar los destinos políticos del país. Ocurrió dos veces, sí, pero con una sola persona. Si bien en el siglo pasado María Estela Martínez fue la primera mujer en ejercer la presidencia tras el fallecimiento de Juan Domingo Perón, hay que llegar hasta el año 2007 para encontrar a la primera mujer electa a través del voto directo en Argentina. Cristina Fernández de Kirchner fue la primera y, hasta ahora, la única presidenta elegida por los habitantes del país. En 2011 fue reelegida con el 53% y en el año 2019 fue electa vicepresidenta en la fórmula que ella misma armó y presentó junto a Alberto Fernández.
El poder político que representa su figura es tan indiscutible como excepción dentro del sistema si nos ponemos los anteojos de género. Ninguna otra mujer ha permanecido durante tanto tiempo en el escalafón más alto de la toma de decisiones de nuestro Estado Nación.
Pero esto también ocurre en cualquier otra reunión que pueda ser determinante desde lo económico o político, no ya para un país, sino para un partido político. Suficiente con mirar un cierre de listas o encuentros de dirigentes donde se deciden ‘las cosas importantes’ para coincidir con Paola Zuban en que la política sigue siendo “una actividad desarrollada y decidida principalmente por varones”.
A continuación, compartimos una entrevista con la directora de la consultora Zuban Córdoba, quien deja en claro que “la participación de la mujer no debiera significar que todas pensemos lo mismo o que todas estemos de acuerdo en los mismos temas sino en el hecho de que estemos representadas”.
¿Cómo está la representación de las mujeres en la política argentina?
La política es uno de los ámbitos en los que cuesta bastante lograr una representación de paridad. Si bien Argentina ha sido pionera con la ley de voto, después con la ley de cupo del 30% en el 91, con la ley de representación paritaria en 2017, la verdad es que todavía cuesta bastante. Actualmente el único ámbito en el que tenemos ley de paridad es en el Congreso de la Nación. En ambas cámaras no supera el 43% de representación femenina. ¿Por qué se da esto aun teniendo leyes de paridad, como pasa en la provincia de Córdoba, que tenemos ley de paridad desde el 2001 y nunca hemos tenido paridad en la Legislatura? Las leyes de paridad tienen lo que Flavia Freidenberg llama ‘válvulas de escape’ y eso tiene que ver con distintos obstáculos que atravesamos las mujeres. Si observamos el aspecto formal de la ley, las de paridad son leyes de paridad vertical, es decir, establecen la obligatoriedad de que intercaladamente sean un varón y una mujer en las listas, pero no estipula cómo debe ser la rotación con respecto al encabezamiento de las listas y esto genera principalmente la subrepresentación en el Congreso de la Nación porque aquellas listas que son siempre encabezadas por varones van a generar que entren siempre más varones que mujeres. En el caso de las listas de senadores, por ejemplo, sabemos que son dos senadores por la mayoría y uno por la minoría. Si quienes encabezan las listas siempre son varones van a entrar senador varón y senadora mujer por la mayoría, y un senador varón por la minoría. Por lo tanto siempre va a haber una diferencia entre la cantidad de mujeres y cantidad de varones que componen el Senado. Por eso es tan importante seguir trabajando en actualizar las leyes no solamente en el Congreso sino extenderlas a las fórmulas ejecutivas, a la justicia, y también extender no sólo la cuestión formal sino los obstáculos más simbólicos, tratar de trabajar en ese sentido porque la raíz de que estas distorsiones se produzcan no son solamente vicios u omisiones que se dieron en la redacción de las leyes. Tienen que ver también con obstáculos dentro de los partidos políticos, muchas veces simbólicos, informales, de acceso de las mujeres a la política y de democratización de la palabra dentro de los espacios de tomas de decisiones. Las candidaturas aun hoy son digitadas a dedo por dos o tres ‘barones’ de la política en una mesa de decisiones en la que muy difícilmente estén invitadas las mujeres.
¿Qué marcan las estadísticas para estas elecciones?
De 194 listas que presentan candidatos y candidatas a diputadas en estas elecciones nacionales, sólo 66 de esas listas, es decir, el 34% del total están encabezadas por mujeres. De 73 listas que presentan candidatas y candidatos a senadores, sólo 13, el 17,8% presentan candidatas mujeres como cabezas de listas. Es decir, eso va a volver a producir efectos negativos en la representación política de las mujeres. Seguimos dentro de una subrepresentación estructural aun con leyes de paridad.
¿En el momento de cierre de listas se tiene en cuenta algo de paridad de género?
Creo que la paridad de género ha dejado de estar en agenda en estas elecciones. Al menos en los cierres de listas a los que he podido tener acceso no se ha tenido en cuenta la paridad. Todos los titulares o notas vinculadas a cómo se conforman las listas es: ‘yo pongo el primero y el tercero’, como los lugares importantes, y después dicen ‘la segunda y la cuarta ponelas vos’, como relleno. Tenemos todavía obstáculos formales de subsanar válvulas de escape dentro de la ley y tenemos obstáculos informales, aquellos vinculados a un concepto de que la política es una actividad desarrollada y decidida principalmente por varones. Nos han ‘permitido’ la participación pero no tenemos todavía, en la mayoría de los casos, la capacidad de decisión. Eso no es una democracia de baja calidad. No es democracia. El 52% de la población somos mujeres y no tenemos esa representación en los ámbitos de representación política.
Pensando en las precandidatas a presidenta, pareciera que la representación de mujeres va por los extremos. ¿Por qué en las opciones de centro no aparece ninguna mujer?
Hay más candidatas de la izquierda que siempre han sido más permeables a cuestiones de género que de la derecha. Si hablamos de derecha, sólo Bullrich es precandidata a presidenta, el resto son candidatas de la izquierda. Las opciones de centro evidentemente están ocupadas por varones aún en fórmulas porque ni siquiera la conformación de las mismas ha sido paritaria. Ya no como candidata a presidenta sino que ni siquiera a candidata a vice. Creo que Cristina Fernández de Kirchner sigue siendo una excepción en términos de liderazgo femenino en la Argentina. Hemos tenido dos periodos de presidenta constitucional mujer, pero la realidad es que salvo ese caso hay muy pocos ejemplos de mujeres que tienen capacidad de decisión en la política argentina.
¿Qué pensás en el aspecto cualitativo? Es decir, que lleguen mujeres no implica necesariamente una mirada de derechos para las mujeres…
El hecho de que las mujeres estén representadas de manera igualitaria no lleva implícito el concepto de que las mujeres somos mejores o más capaces o tenemos más conocimiento de la política, o que somos más feministas. Las mujeres somos tan buenas y tan malas como los varones y debiéramos poder ejercer nuestro derecho a la representación política. Después en lo cualitativo, hay mujeres que son más cercanas a los temas de género y otras que no. El hecho de la participación de la mujer no debiera significar que todas pensemos lo mismo o que todas estemos de acuerdo en los mismos temas sino en el hecho de que estemos representadas. No todas debieran ser feministas para tener derecho al acceso a la representación política pero sí el hecho de que más mujeres participen de la política asegura que las agendas de los temas que se van a discutir públicamente y políticamente incluyen temas que implican a las mujeres aunque esas mujeres no sean feministas o no tengan agendas de género.