Mujeres al frente

El mundial que fue victoria de todas

Terminó el mundial femenino de fútbol y quedó en evidencia el interés que despierta en todo el mundo. Sin embargo, todavía hay mucho para conquistar 

Por Laura Farina. Especial La Marea Noticias

En el marco del día de la Futbolista Argentina, en homenaje a quienes le ganaron 4 a 1 a Inglaterra en 1971, este 21 de agosto deberíamos estar hablando de que España ganó tres mundiales en un año; sí, el sub 17, el sub 20 y, ahora, en mayores. Podríamos hablar del Mundial Femenino más popular de la historia, con records absolutos de espectadores tanto dentro de las canchas como por tv, siendo el 2do evento en recaudación según la FIFA. Pero no, en redes sociales y medios de comunicación se repite una y otra vez la imagen del Presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, “robándole” un beso en la boca a una jugadora, frente a todas las cámaras de televisión del mundo.

«¿Qué es el patriarcado? Que un tipo (con mucho poder, encima) pueda ejercer actos violentos o desubicados sin siquiera prefigurarse que podrían serlo. Solo va y los hace, en público. Los naturaliza, no se los cuestiona», resumió perfectamente la periodista Daniela Lichinizer en Twitter.

Imaginen lo que viven cotidianamente las mujeres, si una futbolista que acaba de salir campeona del mundo tiene que vivir semejante atropello en pleno festejo y frente a la mirada de todes.

Ni siquiera festejar en paz se puede.

Imaginen lo que han tenido que vivir miles y miles de futbolistas mujeres en todo el mundo para poder llegar hasta acá en un deporte alevosamente machista, que hasta hace poco señalaba a las que les gustaba el fútbol como machonas o poco femeninas. Lo que han vivido para que alguien las reconozca como posibles profesionales, como sujetas de derechos laborales, como posibles deportistas que defienden los colores del club o simplemente como amantes de este deporte.

Esperemos que la indignación no quede sólo en las redes sociales y al menos, la FIFA se pronuncie al respecto. O que la FIFPro, el sindicato internacional de futbolistas, no acuse ceguera cuando la violencia se ejerce en Europa y no sólo en África.

Por su parte, la ministra de Igualdad de España, Irene Montero, señaló el hecho como violencia sexual.

De la FIFA no podemos esperar mucho. Su Presidente, Gianni Infantino quedó al descubierto cuando, un día antes de la Final, dijo que las mujeres debían “elegir las batallas correctas”, (como si hubiera unas más importantes que otras), para “convencernos a los hombres de lo que debemos hacer» y que las puertas de la FIFA estaban abiertas y que «sólo tenían que empujarlas”.

Como si alguna vez, alguna de nosotras le hubiésemos pedido permiso a alguien para jugar al fútbol, como si hubiésemos esperado de brazos cruzados a que nos dejaron patear la pelota, como si no hubiera sido mérito nuestro enfrentarnos a cada prejuicio, cada ironía, a cada «andá a lavar los platos». Como si no tuviéramos que ver en el año 2023 en una final del mundo a un chabón de una nación del «primer mundo» avasallar la autonomía de una jugadora campeona frente a las cámaras.

Pese al espanto del acto en sí mismo, ojalá que ella y todas las futbolistas puedan quedarse con la victoria inmensa que ha sido este mundial. No sólo para las campeonas sino también para todas las deportistas que hicieron vibrar estadios repletos (asistieron más de 2 millones de personas), que pudieron gambetear los obstáculos que sus propias federaciones les pusieron, que pudieron sonreír frente a cada jugada lograda, que aprendieron ante cada derrota, que sintieron el acto de libertad de saberse rebeldes frente al mandato de muchos.

Recordemos que más de la mitad del plantel español renunció a la selección el año pasado por desacuerdos con su actual entrenador, Jorge Vilda. Las que quedaron habrán hecho historia futbolera, pero las que no se resignaron quedarán en la memoria de las batallas más importantes.

Falta lo que falta

Después de este Australia-Nueva Zelanda 2023, pocos serán capaces de sostener el mensaje repetido mil veces de que el fútbol femenino no le interesa a nadie. Millones de personas de todo el mundo han visto esta Copa a pesar de los horarios a contramano para Sudamérica. Ahora se dan por enterados y se suben a los festejos quienes pusieron obstáculos o se mantuvieron en silencio durante tanto tiempo.

Mucho queda por cambiar. Colombia ha anunciado recientemente una inversión millonaria luego de que sus jugadoras llegaran hasta 4tos de final e hicieran soñar a todo el continente. Argentina sigue sin poder ganar un partido mundialista pese, o debido, a la reciente semi-profesionalización del fútbol local, mientras las jugadoras de Argentino de Rosario renuncian colectivamente al torneo de la categoría B ante los maltratos ocasionados por la dirigencia.

En tanto que las nigerianas tuvieron que acudir a FIFPro para pronunciarse luego de su salida del Mundial. «El equipo se siente extremadamente frustrado por haber tenido que perseguir a la Federación Nigeriana por estos pagos antes y durante el torneo y puede que tengan que seguir haciéndolo después. Es lamentable que las jugadoras hayan tenido que desafiar a su propia federación en un momento tan importante de sus carreras», expresó el sindicato.

La FIFA, mientras tanto, se lava las manos. Antes del mundial, había anunciado un pago de 30.000 dólares para cada jugadora pero luego de que comenzara a rodar el balón dijo que no podía garantizar que el dinero llegara directamente a las futbolistas y que, en cambio, se lo iba a entregar a cada Federación a pesar de los violentos manejos que sabe que ocurre en varas naciones.

Sin embargo, nadie puede quitar lo jugado. Cientos de mujeres han viajado hasta Nueva Zelanda y Australia para disfrutar del deporte que las apasiona, el que las hizo soñar, el que las ilusionó con que la pelota entrara bajo los tres palos, el de 11 contra 11, que son miles en verdad.

La victoria es de todas ellas. Es un regalo a quienes abrieron el campo de juego, a las que cosieron sus propias camisetas, a las que se animaron a sentir la adrenalina futbolera, a las que les hicieron el aguante, a quienes sostenemos hace tiempo la inmensa felicidad de verlas jugar al fútbol.

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