Mujeres al frente Violencias

Una ciudad degenerada de patriarcado

Opinión. Por Carina Ambrogi

 

En una ciudad de Argentina una madre llora en el más justificado desconsuelo el asesinato de su hija de 22 años. La encontró ella, muerta en el baño de su casa, y su hermana movió cielo y tierra hasta que la policía se dignó a buscar el ex novio que una vecina vio entrar y salir de la casa después del horrendo asesinato. El varón de 25 años estaba sentado almorzando cuando lo detuvieron. La misma policía fue a buscar el celular de la “niña” asesinada, así la llama su madre, al techo de la casa, pero no lo encontró la pista falsa del femicida era una mentira advertida por la familia. Como no lo encontraron ahí le comisionaron a la tía de la víctima que encuentre el aparato, elemento clave en la investigación.

 

Cuenta la madre de la “niña” que salió su hermana caminando por el barrio pidiendo a los vecinos que le ayuden a encontrar el celular, a minutos de haber encontrado el cuerpo de su sobrina tirado en el baño asesinado. Pasó un día y la policía no encontró el aparato, elemento clave. Dice la familia que el Fiscal nunca se presentó en el lugar.

En la misma ciudad es tapa pocos día antes el incendio de dos autos en una cochera. Vecinos vieron a un hombre saltar el paredón de la chochera poco antes de las 3 de la madrugada, cuando ocurrió el hecho. La propietaria de uno de los autos, un Renault 19 que tuvo destrucción total al explotarle el tubo de GNC, aprovechó que el episodio fue agenda para alertar a los medios que era víctima de violencia de género. Resulta había denunciado intensamente a su ex marido, hasta dos denuncias por semana realizó, pero las autoridades “nunca hicieron nada”. El hombre la perseguía y llegó a interceptarla dos veces. La mujer tiene tres hijos, uno con autismo y otro con epilepsia, y en el vehículo que le incendiaron los transportaba a los tratamientos médicos. Después de los incendios y de la tapa de los diarios, a la mujer le dieron un botón antipánico, y al violento prisión preventiva.

Dos semanas antes, una mujer va hasta la Comisaría más cercana a su domicilio para denunciar que desde hace 12 años padece violencia psicológica de parte de un mismo agresor. La persona que la escucha le ofrece hacer una exposición, porque “ahí no hay delito”. La mujer insiste, sabe que es su derecho, y logra hacer la denuncia. La mujer detrás del escritorio le advierte que está perdiendo el tiempo, porque ella sabe por su experiencia que “estas cosas se archivan”, porque ahí no hay “ningún delito”. Al otro día la mujer recibe a un patrullero en su casa que le acerca la resolución de la justicia, que recibió esa denuncia, con el aviso de que no van a tomar ninguna medida porque “ahí no hay delito”.

La violencia machista tiene su máxima expresión en el femicidio, y el femicida almuerza tranquilo porque esa violencia la sostiene un sistema que no “hace nada” hasta que a una mujer que se cansa de denunciar no le prenden fuego el auto con unas llamas tan grandes que alumbran su situación.

 

Mientras la violencia sea psicológica, simbólica o económica por más que el delito este tipificado en la ley y en el país rijan tratados internacionales que aseguran que es prioridad del Estado combatirlas las personas detrás de los mostradores de las fiscalías y de la Justicia “no hacen nada porque no es delito”.

 

En la ciudad en cuestión las personas detrás del mostrador de la justicia se quejan de que hay tanta cantidad de causas acumuladas que falta gente para procesarlas. No hay dudas de que el presupuesto es insuficiente y los recursos también, pero ¿habrán probado con aplicar las leyes vigentes para todos los casos de violencia tipificados en las causas que si logran procesar?.

 

Las mujeres sabemos más sobre nuestro derecho humano de vivir una vida libre de violencia, sabemos que no es nuestra culpa, sabemos que hay un estado que tiene que garantizarnos que eso suceda porque nos lo enseñaron los feminismos, de los que formamos parte.

 

Pero hay un avance que aún no se da, y tiene que ver con la convicción política y social de quienes detrás de los escritorios deben hacer cumplir las leyes, que no es la solución punitivista que encontramos, pero es al menos lo que haría que el femicida no almuerce tranquilo, y el violento no llegue a incendiar un auto, y la mujer en la fiscalía no advierta que quien denuncia pierde el tiempo.

Esta nota no da nombres, ni si quiera de cuál es la ciudad inmunda patriarcal a la que se refiere, porque nada de lo relatado es muy distinto, poco más, poco menos, que en cualquier otra localidad de este país degenerado de patriarcado.

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