Violencias

Las carmelitas descalzas pero no tan sumisas

Guillotinadas durante la revolución francesa, ahora hostigadas por el arzobispo de Salta.

Por Mónica Ambort

 

Serenamente, entonando cantos religiosos, una tras otra, 16 monjas carmelitas condenadas a muerte en 1794 por desobedecer a las autoridades de la Revolución Francesa, subieron al cadalso, donde las ejecutaron con la guillotina. La última en hacerlo fue la superiora.

 

En estos días, la superiora de las carmelitas descalzas de Salta, en Argentina, denunció al arzobispo Mario Cargnello por violencia de género. La fe de las religiosas en la Virgen del Cerro sería uno de los motivos de las iras del prelado. Durante la pandemia, habría querido impedir con violencia que una de las monjas, muerta por Covid, fuera sepultada con el crucifijo de un rito que él rechaza.

 

Cuando en 1789 triunfó la revolución que puso fin a la monarquía en Francia, monjas y curas debieron jurar la nueva Constitución, y los bienes de sus congregaciones fueron confiscados. A las 16 carmelitas descalzas del Monasterio de Compiègne, 65 kilómetros al norte de París, las obligaron a quitarse los hábitos y abandonar el lugar donde vivían. Pero aun separadas en distintos domicilios, siguieron siendo sospechosas. Considerando que “traman en secreto el restablecimiento de la Monarquía y la desaparición de la República”, las detuvieron. Y enviaron a París. A la prisión. Entonces, ellas dieron marcha atrás con su juramento a la Constitución, y persistieron en sus cantos y oraciones.

 

Rápido, un tribunal las condenó a morir en la guillotina. Las acusaron de celebrar conciliábulos contrarrevolucionarios, mantener correspondencia fanática, albergar sacerdotes refractarios y emigrados, conservar escritos libertarios.

 

En una escena estremecedora de la película ‘El diálogo de las Carmelitas’ (1960), de Philippe Agostini y Raymond Leopold Bruckberger, marchan a su muerte paradas en una carreta bamboleante, escoltadas por decenas de soldados. En ese vehículo destartalado, las monjas llegaron a Place de la Nation, antigua Place du Throne. Tras arrodillarse con mansedumbre para recibir su bendición ante la priora (inolvidable Jeanne Moreau), enfrentaron el final entonando el Salve, el Te Deum, el Veni Creator, y otros cánticos religiosos. Fueron ejecutadas frente a una multitud, de la que tanto salían gritos de desprecio, como llantos de aliento y admiración. Al atardecer del 17 de julio de 1794.

 

Era la época del Terror, que entre junio de 1793 y julio de 1794, mediante juicios rapidísimos, o sin ellos, se ejecutaron opositores y disidentes políticos, o sospechosos de serlo, para asegurar la igualdad, la fraternidad, y la libertad que la revuelta popular había ganado en las calles en julio de 1789.

 

Los cuerpos de las carmelitas nunca pudieron ser identificados. Las tiraron a una fosa común, con otras 1.298 víctimas del Terror, en el cementerio parisino de Picpus, donde una lápida de mármol las recuerda. En marzo reciente, el papa Bergoglio autorizó que se iniciara el proceso de su canonización, sin necesidad de demostrar milagros.

 

En el Vaticano conocen la denuncia de las carmelitas de Salta. Las monjas argentinas reclaman que cese el hostigamiento del arzobispo Mario Cargnello contra las 18 religiosas del convento San Bernardo, ubicado en el casco histórico de la ciudad. La acusación alcanza a otros dos sacerdotes. La Justicia les ha prohibido a los tres hombres que se acerquen a la residencia de las monjas de clausura, y para cuidarlas, dispuso una consigna policial. Ocurre cuando en la arquidiócesis de Salta hay dos curas condenados por abuso sexual y varias causas abiertas de abuso contra ex sacerdotes.

 

Las monjas acusan al arzobispo de hostigarlas desde hace más de 20 años, prácticamente desde que llegó a Salta, en 1999. Un hostigamiento insoportable que les produce mucho sufrimiento. Son agresiones verbales y amenazas, como decirles que el convento podría ser intervenido, y entonces ellas perderían su casa.

 

Durante el Vía Crucis de Semana Santa, el arzobispo norteño lamentó que a veces, se “toma partido por un grupo”.

 

“Hoy tenemos la tentación de identificarnos con determinados colectivos”, dijo, en clara alusión a la denuncia de las monjas en su contra.

 

¿De qué colectivo habla el arzobispo? ¿Las carmelitas de Salta se identifican con sus hermanas de Compiègne? ¿O se hicieron feministas?

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