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Mística futbolera y perpetuación de estereotipos

El deporte es un lugar donde la diversidad no termina de abrirse espacio. En medio del furor por la Copa América de fútbol másculino, nos preguntamos qué lugar ocupa el fútbol femenino en las agendas de los clubes y qué dificultades representa este binarismo en términos de inclusión para la comunidad travesti trans. 

Por Fiamma Zirpoli. Especial para La Marea Noticias

En principio se podría pensar acerca de la distinción entre fútbol (a secas) y fútbol femenino: existe un genérico y un excepcional. La categoría fútbol femenino, dentro del campo de significantes en los que se juegan las aptitudes biotípicas, se erige como “lo otro”. Ser lo otro siempre implica un costo sociopolítico alto. Lo otro es lo distinto, lo que ha representado una lucha para poder ser tenido en cuenta, lo que existe a costa de autojustificar su existencia continuamente.

El fútbol femenino cuenta con un presupuesto muy pobre que no llega a igualar el nivel de presupuesto que maneja el fútbol hegemónico y todo su culto. Esto se puede ver claramente en términos de cobertura periodística: en general los equipos que viajan a cubrir el Mundial de Fútbol Femenino deben autogestionarse sus insumos. Los medios a veces envían personas a cubrir por compromiso, pero no es una prioridad de la agenda periodística.

Tal vez con un porcentaje de lo que gana el plantel masculino en Primera División podrían pagarles mejores sueldos a sus equipos femeninos que muchas veces tienen que buscar segundos trabajos para poder generar un ingreso decente, lo cual a su vez significa dedicarle menos horas a las prácticas. Las jugadoras de la Primera división cobran como un jugador de la C y muchas veces donan sus sueldos para mantener los equipos, para asegurar los insumos y espacios para poder seguir practicando.

La carga por la doble jornada laboral se torna más conflictiva si además estas personas eligen maternar, porque corren el riesgo de perder su trabajo ya que se presupone que bajan sus rendimientos o que deberían dedicarle más horas a la maternidad. Esto no le sucedió, por ejemplo, al arquero Emiliano “Dibu” Martínez, que fue padre durante el torneo de la Copa América 2020 y no pudo conocer a su hijo hasta que volvió, algo que suele sucederles con frecuencia a los futbolistas. ¿Cabe la posibilidad de que los jugadores se ausenten para cumplir con su rol de cuidados? ¿Cómo se lo tomaría la sociedad? ¿Y las instituciones?

Femenino / masculino: adaptarse para poder ser

Las posibilidades de ser parte de un equipo reconocido de fútbol son ínfimas, en general hay que cumplir una serie de requisitos muy exigentes y sólo las y los mejores llegan. Para las personas del colectivo LGBT hay muchos más obstáculos en el camino, como les sucede a las personas trans ya que la perspectiva dentro del deporte continúa siendo binarista y los biotipos son muy limitados. 

El caso más conocido en Argentina es el de Mara Gómez, jugadora del equipo platense Villa San Carlos quien se convirtió en la primera jugadora trans en la historia de la Primera División Femenina de Argentina en diciembre de 2020. Pero su recorrido fue arduo: a los 18 años, gracias a la Ley de Identidad de Género N° 26.743, obtuvo su DNI femenino y comenzó a participar en la Liga Femenina Amateur de La Plata. Rápidamente se convirtió en bicampeona y goleadora y pasó a formar parte de la Selección Platense de Fútbol Femenino. 

Pero uno de los requisitos que le pidieron para formar parte de Villa San Carlos fue la presentación de estudios hormonales que demostrasen que su testosterona se encontraba por debajo de 10nmol/L, un criterio establecido por el Comité Olímpico Internacional. Tuvieron que recurrir a este modelo ya que tanto FIFA como Conmebol y AFA no cuentan con una regla de este tipo que habilite o impida a deportistas trans ser parte de las ligas profesionales. Se evidencia una falta de interes a la hora de generar estos criterios, como si ampliar el fútbol femenino no fuese una prioridad, ni tampoco incluir a las personas que no se autoperciben como mujer cis u hombre cis, las disidencias directamente “no cuentan”.

Un caso más reciente es el de Julián Valenzuela, varón trans de 17 años perteneciente al Club Deportivo Mainqué de Río Negro. Él juega al fútbol desde su infancia y recientemente tramitó su DNI masculino. Por este motivo, uno de los equipos rivales comentó que iban a denunciar al club por tener a un varón trans en un equipo de la liga femenina. En un principio, Julian iba a darse de baja para no perjudicar al club pero, finalmente y gracias al equipo técnico, este hecho fue impedido. El acompañamiento de sus compañeras y compañeros fue unánime, pero la discriminación desde afuera existió y es aberrante.

Si bien se habla del fútbol femenino más que antes, nunca es en el Prime Time, lo mismo que las canchas donde se juegan los partidos, siempre son las alternativas. Los relatos continúan haciéndolos, en su mayoría, hombres, aunque haya mujeres comentaristas. 

Quizás el “fútbol disidente” no es igual de redituable que el fútbol masculino, pero a este paso va a costar muchos años más que llegue a ser tan popular y que se de espacio y visibilización de manera equitativa. 

Por todos estos motivos, para que el deporte y su mística dejen de reproducir la cisheteronorma, resultaría importante la adecuada implementación de la Ley de Promoción del Acceso al Empleo Formal para Personas Trans N° 27.636 en el deporte, tanto para competidores, cuerpo técnico, preparadores, asistentes como también para periodistas y comunicadores.

 

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