Sin patrón, sin marido y sin Estado” recientemente publicado por Siglo XXI retrata a las mujeres del feminismo liberal/libertario. Un mapa de voces que tensiona certezas, incomoda y nos obliga a pensar que el feminismo no es un territorio uniforme ni exclusivo del progresismo.
Por Titi Isoardi. Especial para La Marea Noticias
La primera vez que escuché sobre el libro “Sin patrón, sin marido y sin Estado» fue en Rosario, en un congreso sobre género. No era la presentación formal, apenas un adelanto. La sala explotaba. Carolina Spataro, una de sus autoras, abrió su intervención con una cita de Beatriz Sarlo, más específicamente, de su libro póstumo No entender. Justamente de eso se trata: de reconocer lo que no entendemos. Frente al feminismo liberal/libertario, mi reacción inicial también es esa: no entender. Incluso me sentí tentada de negarles la identidad. ¿Feminista y libertaria? ¿En serio? Suena a oxímoron de manual.
En Buenos Aires, asistí a un panel en la Feria del Editor, hace unos días: una conversación sobre nuevas derechas y feminismo que daba marco a la presentación del libro, publicado por Siglo XXI y disponible ya en todas las librerías. En esa oportunidad, Pablo Semán, al comenzar su intervención, invitó: “Los que vieron El Eternauta, levanten la mano” La mayoría, por no decir todas, levantamos la mano con entusiasmo de club de fans. Semán sonrió y remató: “Muchas de las preguntas y sentencias que circulan por acá son temas de quienes vieron El Eternauta, es decir, de unos cinco millones de personas”. Argentina tiene 45 millones.
La imagen es perfecta para introducir una idea: tendemos a creer que nuestro mundo es el mundo. Esa burbuja donde lo que discutimos, leemos y compartimos en nuestros círculos parece ser la agenda total, cuando apenas son los temas de interés de una porción de la sociedad. Un ejemplo claro de etnocentrismo de clase… y, también, de sesgo de confirmación. Con esa escena, Semán preparó el terreno para hablar de Sin patrón, sin marido y sin Estado, un libro recién publicado que nos presenta un feminismo que, para muchas de nosotras, no existía. Un feminismo que no vimos venir…
Las autoras Carolina Spataro y Melina Vázquez, investigadoras del CONICET, cuentan que todo empezó en una marcha del “Ni Una Menos», cuando se toparon con un grupo liberal/libertario. Empezaron a tirar del hilo y entrevistaron a más de 50 mujeres en Argentina, Latinoamérica y Europa, organizadas en tres generaciones reconocibles en la trayectoria política de los últimos 50 años: Las de más de 60: ex UCD, clase alta, no se identifican como feministas, pero se reconocen rebeldes y liberales. Manejan un discurso anti-Estado, aunque sus biografías muestran una profunda conexión entre el crecimiento de sus fortunas y los negocios estatales. Las de alrededor de 40: hijas del Ni Una Menos, se reconocen “feministas, pero no de izquierda”. Marchaban hasta que ciertas consignas empezaron a incomodarlas. “Macri basura…”: ahí dejaron la calle. Las “pibas”: veinteañeras que rechazan el “feminismo hegemónico” y militan un feminismo libertario pre-Milei, el underground de la derecha libertaria. Ellas conocen de primera mano la experiencia de la ausencia del Estado.
En la misma mesa, Verónica Gago definió el libro con una palabra: incomodidad. Una incomodidad que no siempre está del mismo lado, que se mueve, que tensiona, que nos obliga a revisar certezas. Señaló —y dejó flotando— la afirmación de las “pibas libertarias” que consideran al feminismo establecido y al movimiento de mujeres como “feminismo hegemónico”. Todas las presentes (incluida una ex ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad) sonreímos… incómodas. Para las chicas de la ultraderecha, el feminismo de “las zurdas” es hegemónico. Dicen ocupar un lugar contracultural y, según las investigadoras, sería un error subestimarlas o pensar que no saben, que no leyeron o que no entienden. Entre los aportes del libro está la revisión de las bibliotecas que alimentan su ideario.
Rossana Reguillo, en la reseña del libro que realiza en la revista Anfibia, marca algo central: este libro “le devuelve densidad y espesor humano a un sujeto político que el progresismo prefirió mirar de reojo o reducir al meme”. Las autoras lo hacen sin escándalo moral ni prisa por juzgar. Escuchan, describen, se meten en el barro. Porque mirar de frente lo que incomoda también es una estrategia política.
El libro reconstruye el decálogo del feminismo liberal: igualdad ante la ley, rechazo a la victimización, autonomía, mérito, mercado como emancipador. A simple vista, parece una lista de LinkedIn, pero cada punto es una respuesta directa al feminismo que ellas consideran hegemónico.
Sin patrón, sin marido y sin Estado incomoda porque nos enfrenta a lo que preferimos ignorar: que hay feminismos en las derechas, con discurso, estrategia y plan de acción. Negarlas no las borra. Ignorarlas no las frena. Entenderlas no es abrazarlas, pero sí aceptar que el feminismo no es un territorio plano ni unificado. Y ahí vuelve Sarlo: no entender. Tal vez el verdadero desafío sea pasar de no entender a entender… para pensar mejor. Eso sí: sin perder la incomodidad. Porque ahí, justamente ahí, se juega la política.