Actualidad Leer Feminista

Todo territorio es anfitrión

Notas de lectura sobre Los Poderes, de Paulina Cruzeño (Lote 11, 2o25) y una pequeña entrevista a su autora.

 Por: Camila Vazquez

¿De dónde surgen estas voces que parecen brotadas en el medio de la llanura?

Un rayo, dirá después Paulina, un rayo es la escritura que cae. Un refucilo en el desierto. Eso también es escribir. Una de las tantas propuestas en torno a la escritura que trae este libro.  ¿Cómo son las voces en el desierto y por qué se vuelven así, difusas, como cercanas al estatuto de las ánimas? Tuve que ir al territorio de mis muertos, al territorio que me fundó, Italó, tuve que ir al territorio de la muerte que es nuestro desierto: la pampa seca, así va a decir Paulina, la autora, que también es mi amiga, cuando le pregunte por la extrañeza en la que me deja su libro. Los efectos de la poesía. Quiero decir y ser tajante como ese rayo: de la buena poesía. Cuando abre el lenguaje, cuando lo distorsiona, cuando logra un modo único y, por eso, verdadero en el decir. En Los Poderes, Paulina Cruzeño despliega otra vez su capacidad de montar una novela con el verso, como ya ha hecho antes en Italó (2018, Hiedra Editora ), es decir, su capacidad de crear un universo con la lengua y, por ende, el de crear una lengua para ese universo. Los Poderes es un libro escrito con el pulso de ese relámpago, con la breve claridad que convoca, con su belleza y con su violencia. Un libro telúrico no porque hable de la tierra sino porque la raja y es desde esa rajadura que brotan las voces que lo habitan. Un libro sobre los muertos, sobre la posibilidad de religar, desde la escritura, el mundo de los muertos con el de los vivos. Hecho de las zonas en las que vivos y muertos nos encontramos: los sueños, el desierto, las visiones. Un libro que sabe que, desde ese arrojo, desde ese afecto por la muerte -que no es un llamado a morir, sino a honrar a los muertos para seguir vivas, aquella tarea tan vieja como Antígona- es que vienen los poderes. Escribir es un acto de pasaje, parece sugerir el libro. Un poder/ usado / hacia adentro/ es un dolor./ Un dolor/ dicho en voz alta/ es un poder. Pero los poderes no sirven per se: no tienen un destinatario, Ahora estoy sola/ y tengo capas/ pierdo cada vez que hablo/ es que traigo mensajes/ no conocen destinatario, el que los quiera. Los Poderes es un libro de poesía hecho con personajes. Sus personajes no tienen nombre, tienen funciones misteriosas: la chica de los ojos, el nieto de la médium, la chica de los datos. Casi todos cumplen tareas en relación a la muerte y al paisaje. O el paisaje que se abre en la muerte. Preparan el servicio, hacen la tarea, realizan un oficio: escribir, traducir la lengua de los muertos. Todo el libro parece una gran descarga de los muertos. Las lenguas vienen de por allá, escribe la autora en el poema La Médium. Pero también, en otro texto, dice: cuando la mujer de los ojos/ estaba acá o bien: como hacen esos pájaros. Esos, allá, acá: ¿dónde? preguntamos las lectoras. Dónde. Y el libro se mantiene críptico, misterioso, sin aclaraciones: porque habla de la muerte, porque la bordea.

Pienso que Los Poderes plantea una hipótesis: la de la escritura como acto de mediumnidad. Su autora va a decirme después que así se escribió este libro. Desde un lugar ajeno a la voz propia. Que escribir es recibir un mensaje que se desconoce, que no se sabe de dónde viene. Que, cuando aparece, la voz, el rayo, se lo debe seguir. Ese temblor, dice, ese temblor. Dice, como dice su libro, que la escritura es un territorio, una parte de su cuerpo, un paisaje que se pliega a otro paisaje: la llanura. Cuando le pregunto por qué la llanura, ella va a decir: porque de allí son mis muertos. Confiesa que, para escribir, visitó su tierra, sus brujos, aquel lugar del que proviene: Italó. Que solo desde el territorio de los muertos -los del país, los propios- encontró la forma de hablar con y sobre ellos. No solo como un tema: encontró la forma. Eso dice. La traducción. Hay, en Los Poderes, toda una invitación a tomar el mundo que vive fuera de la razón -el sueño, la muerte, las visiones, las revelaciones- para escribir. Hay un mapa: hecho del deseo de enlazar esos mundos. Enlazar el duelo, dirá Paulina, con la vida concreta. Una erótica del duelo. No para  martirizarse, sino como una relación: la posibilidad de elaborar las muertes con amor. Hacerle lugar a lo que los muertos escribieron en nosotrxs. Dejarse instruir por ellos, vaciarse de un yo, dice Paulina.

En este poemario, las voces no están jerarquizadas. Los personajes hablan con una sintaxis propia y retorcida, en el mejor de los sentidos: el de retorcer la lengua. Y hablan a la par de los muertos, por los muertos. Pero también las citas que entretejen el libro, que está organizado en tres partes, pueden ser tanto invenciones de su autora, dictados de por allá, como frases de otros autores. No se sabe y no se aclara.  Esta zona de borramiento de los órdenes -reales y no- es orgánica a esa energía del texto, a esa porosidad de quien es canal, antena, traductora o medium. Acopio de las voces, escucha. Decía que el propio libro tiene tres grandes zonas: Todo colaboración es misteriosa, parece ser una; otro fragmento está compuesto de la serie de Notas: de la vigilia, del sueño, del resto, de las cenizas; y una tercera que inicia a continuación de las notas, enfocada en dos siamesas: la chica del fósforo y la chica de los datos, que  cierra con la sentencia: Todo territorio es anfitrión. Respecto de las Notas, el libro da la sensación de traer un repertorio casi teórico, estudioso, sobre el arte de la escritura como mediumnidad. Un mapa. Ofrece las claves cardinales y los dictados del relámpago para seguir su coordenadas.  Todas estas partes ocurren en la llanura: aún las que ocurren en el sueño. Ese, su territorio anfitrión.

Una de las cosas que más me interesa de este libro es su capacidad de hablar sobre la llanura de un modo novedoso y antiguo a la vez. Incluso, político. No es como esas escrituras contemporáneas adeptas al naturalismo: no me refiero al oficio de los naturalistas, sino a ese primo malo del realismo que pretende la copia. Que para decir llanura dice caldén, campo, sequía. No es que no se digan esas palabras, también hermosas. Es que se inventen otras, que se hable de llanura imaginariamente, que se pegue el mapa de los muertos a la cartografía nacional, que se entrecrucen las lenguas: del sueño, de las visiones, de la historia de la masacre que se ha escrito en esta zona de nuestro país. La pampa seca, dice Paulina. La frontera es una costura/ pide/ si se quedan/ pide/ si se van. En una de las notas, la número 13, escribe: Una mapa arriba de otro mapa  ¿Cuál dice la verdad?

Una lectora le preguntó en la presentación de su libro, que se realizó por primera vez en el festival Aguante Poesía en la ciudad de Río Cuarto, si esas ideas en torno a la escritura no conforman en sí una ars poética, es decir, un plan, un programa en torno a la escritura. En eso, este libro es profundamente generoso: no solo recrea una suerte de novela misteriosa de los muertos, sino que trae consigo una propuesta, un imaginario respecto de la escritura. Escribir: dejarse ser canal. Recibir los dictados de por allá.

 

 

 

Algunos poemas de Los Poderes

 

La médium

 

Unas primeras visiones al oscuro

parece una mujer cualquiera

escribe endemoniada

las lenguas le vienen de por allá

pasa por su cuerpo como un rayo eléctrico.

 

 

Ella escribe

 

escribir es solo un artefacto de pasaje

pero también

de descarga.

 

Cuando termina se desploma en el suelo.

Duerme días enteros, debe recuperarse

estar con los suyos, atender

a los hijos y al marido.

 

Los cuadernos forman una pila alta.

 

Escribir para que jamás se corten

las comunicaciones.

 

No es el espíritu

es la carne

la que pide saber.

***

 

La ayudante

 

Una vez a la semana

voy a conversar

con la ayudante

 

a veces me pregunta como si supiera

otras, sabe de antemano

pero no dice nada

deja que vaya hilvanando las imágenes

una por una

hasta llegar al descanso.

 

Oculta el rostro y envía

su voz desde la espalda.

 

Sabe

cómo las semillas conservan la humedad

los problemas del desierto

y cómo

los animales se defienden y sobreviven

a pesar

de estar amenazados todo el tiempo.

 

Ella pretende que yo

deje de estar abierta

y conectada

aunque sueñe

pueda dormir tranquila

y entienda

los muertos tienen un lugar

otro lugar.

 

La primera vez que nos vimos

le conté

de una zona fría y húmeda

una neblina, abierta

venir hasta mi pecho y envolverme

 

le dije

me persiguen

puede ser cualquiera

incluso

yo misma desde adentro

 

entonces se acercó, me tendió la mano

y preguntó

 

¿vos alguna vez

estuviste muerta?

***

 

Distinguir

una luciérnaga

de una amenaza

es un deseo.

 

Cada vez

que los signos caen sueltos

como tormenta

como cuchillos

piden

una luciérnaga.

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