Leer Feminista

Mulánima

Notas de lectura en torno a Gestos mínimos, de María Sonia Cristoff (Universidad Diego Portales,2025)

Por Camila Vazquez

Si esto fuera un texto no ficción,  tal como aprendí en algún seminario, no debería anotar que ni bien supe que este libro existía, me apenó no poder conseguirlo. Estaba disponible, en una primera instancia, únicamente en Chile, donde se editó. Y cruzó, podríamos imaginar que en mula, como le hubiera gustado a algún chasqui de San Martín, la Cordillera de los Andes, para llegar unas semanas después a Argentina. Yo no estaba en mi casa en el momento en el que ví la noticia, sino, justamente, un poco cerca de la tierra de la que proviene la autora del libro al que refiero -que es de Trelew-,  en la ciudad de Bariloche, en medio de un cascada. Tuve primero la  sensación de que yo estaba cerca del libro, que tan solo bastaba cruzar Los Andes y allí daría con él, cosa que, por supuesto, no estaba económicamente apta para hacer. Pero, para ser exacta, debo decir que estaba yendo hacia la cascada y no en ella. Fue un comentario al pasar que intercambiamos con una poeta de Ushuaia que conocí por esos días, con quien entablamos una amistad a base de caminatas y charlas sobre libros.  Fue, en cambio, volviendo de la cascada cuando tuve un arrebato lector-si han tenido uno, reconocerán los síntomas-, razón por la cual frené mi caminata, agarré mi celular y encargué el libro por internet para que llegara a mi casa justo al día exacto de mi arribo. Tengo entonces, desde el momento en el que lo leí, la sensación de estar ante un hervidero de ideas, un laboratorio de formas, un pasadizo entre obras: las de María Sonia y las de sus lecturas.

Gestos mínimos. Ensayos narrativos sobre la escritura y otras consideraciones es una larga caminata digresiva, en el mejor de los sentidos, en el que las lectoras entramos y salimos de las zonas que insisten en la obra de María Sonia Cristoff: el vínculo formal que los textos literarios puede tomar en relación a los animales; las lecturas sobre las que vuelve una y otra vez; la admiración por las vanguardias; las provincias, la extensa Patagonia;  los exilios amorosos y literarios; las notas sobre el Sur subversivo: las anarquistas, los presos políticos, las niñas incendiarias y,sobre todo, las fugas formales: el salirse de los géneros, el poner en práctica la impureza narrativa que la autora da en llamar narrativa mula. Recuerdo entonces una leyenda que le escuché a un chico de una comunidad originaria del Paraje de Santa Lucía, en Santiago del Estero, hace muchos años: la leyenda del alma mula o Mulánima. Una noche oímos los trotes de un caballo y yo dije caballo. Él me corrigió: alma mula, el espíritu de una mujer-infierno  obligada a ser una mula por sus pecados. Y, ahora, mientras releo Gestos mínimos pienso en el mote de traición que se pone sobre las criaturas híbridas: una traición a la norma, un accidente, un cruce inesperado. Pienso, además, en los trotes: otra forma de nombrar ese movimiento que habilita la escritura. Trotar como merodear. El merodeo, según la autora, ocurre como un destello, un acercarse y alejarse de eso que nos llama a escribir y, por ende, a leer. Recuerdo, además, como si la asociación fuera infinita un cartel en Amboy, en el del Valle de Calamuchita: prohibido galopar en el pueblo. Merodear, galopar: movimientos peligrosos.Hace pocos años se quiso dar de baja  en Córdoba la famosa ley del merodeo: una que criminaliza cierto tipo de caminatas y a cierto tipo de personas, preferentemente provenientes de barrios populares. Lo cierto es que la ley cambió de código y de nombre pero su violencia persiste. Volvamos al ensayo  o a la crónica o al relato. A todo eso junto. Lo híbrido, lo impuro, se mueve en coordenadas menos establecidas, menos clasificables. De ahí, de su gesto inesperado, su peligro.

 Los textos que integran Gestos mínimos son ensayos que cuentan lateralmente algunas historias, son parientes de la crónica como los humanos lo somos de los monos. Son textos sobre los chanchos y los equinos y los burros. Son senderos subterráneos para ingresar por otros lugares a otros textos de la autora, la obra de sí-ficción de María Sonia Cristoff -alguien que se pelea, a lo largo del libro, con la mirada más dura y pura sobre el periodismo literario o periodismo narrativo, cuyos preceptos básicos insinúan, en cierta tradición mayormente norteamericana, que el yo no debe entrometerse, pero aquí, en Argentina, las lectoras  nos hemos formado leyendo a María Moreno, a Rodolfo Walsh, a Leila Guerriero, a Hebe Uhart, a Lucio Mansilla y hemos querido que sí, que se entrometa el yo sin por que por eso el yo se convierta en una loa al individualismo, recordemos sino aquella frase de Operación Masacre: “¿puedo volver al ajedrez?”, momento decisivo tanto en la vida de Walsh como en el despliegue de su relato-. Pero decía la obra de sí-ficción para referirse a sus novelas-delirio; sus novelas-ensayo y decía, además, que este libro de ensayos es una forma de ver la maquinaria detrás de una obra, como le hubiera gustado a Macedonio Fernández. O mejor: no detrás, sino con. Algo que ya sucede en  las novelas de la autora, que traen otras lecturas a cuestas, propuestas políticas y honores varios a las vanguardias.

Como si el azar no fuera una preocupación formal y política de este libro, a quien le gustan por demás las errancias, ocurrió que la primera vez que abrí el texto di, al azar, con un ensayo titulado Insomnios con Flora. Me encontraba entonces en una especie de rehabilitación onírica  luego de semanas de insomnio tras estar de viaje por mucho tiempo, algo que le sucede a la vez a la narradora del texto. El insomnio me generaba una especie de capa protectora, de escafandra que me ponía. Supongo que algo de mi inconsciente almacenó la estrategia como una forma de sobrevivir a ciertas cosas, leo mientras recuerdo que hace unos años, cuando empecé a escribir sobre las flores y los sueños, no la Flora a la que se refiere Cristoff, sino las flores silvestres, yo me sometía a un tratamiento hecho a base de ellas mismas y que, cuando terminé ese texto, ya no solo no pude soñar sino que no pude dormir. Pero lo que quería anotar aquí, más que esta extensa digresión, era que este libro se organiza en algunas secciones: Definiciones y discusiones, donde debate en torno a ciertos géneros y sus fronteras; La cuestión animal; Zona Sur, sobre el interior y el sur de este país centralista; Obsesiones temáticas, donde podemos rastrear aquellos pasadizos de los que les hablaba para entrar a cierto universo Cristoff; Interlocutores por anticipación; Conversadores cercanos, charlas a destiempo con autores y obras y Caminatas, sobre los movimientos de y con para la escritura, como es el caso del ya referido merodeo. De manera que los pasadizos son varios y diversos y en casi todos encontraremos el cruce entre sí y no-ficción en la obra de María Sonia.

Para irme de esta reseña-nota, quiero traer a colación dos citas del libro, ambas pertenecientes a La educación universitaria de la señorita Sonia, texto con el que resoné particularmente por ser del interior del país, por haber migrado por estudios, por sentir, como la narradora, que aquella zanja de Alsina aún organiza los repartos sensibles, culturales y capitales de Argentina. Un texto en el que deja pistas para cuidar lo corrido, lo híbrido, lo mula en nuestras propias escritura: ir construyendo un proyecto, dice, en el que se pongan en juego nuestras hipótesis de lectura, nuestras ansias,  nuestras imaginaciones estéticas y políticas, donde se ponga en juego todo ese cúmulo magnético que se activa cuando realmente escribimos.

Pienso en las mulánimas, doblemente condenadas: primero por mulas y después por mujeres. Pienso en la mula, que nace hembra y estéril. En los trotes nocturnos y en el insomnio, en la pesadilla que, como dice Borges: the nightmare, que significa para nosotros «la yegua de la noche». Shakespeare la entendió así. Hay un verso suyo que dice «I met the night mare», «me encontré con la yegua de la noche». Se ve que la concibe como una yegua. Pienso en los trotes y en los merodeos y me siento a escribir.

 

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