Actualidad Mujeres al frente

Permiso para contar

Por: Carina Ambrogi

Como dijo Juan Carlos Baglietto: “hoy amor como siempre en el diario no hablaban de ti… ni de mi”. Las crónicas periodísticas de los medios de comunicación, chicos y grandes, tienen la reiterada costumbre cuando se ocupan de cubrir el 8M u otra movilización feminista, de romper con todos los parámetros de lo noticioso que siguen para relatar cualquier otra movilización social. Con clara discriminación de género los repetidos estereotipos informativos se focalizan en dos o tres mujeres que pintan una porción de concreto, imposibilitando a sus lectores, y a los profesionales mismos de la comunicación, conocer la inmensa paleta de verdades que suceden en esos eventos multitudinarios. Las miles y miles que marchan en paz, amorosa y sororamente, con una necesidad de común-unión que difícilmente se viva en otra manifestación masiva, quedan invisibilidades ante la mirada patriarcal del “que se porten bien”. Es claro, son mujeres, no tienen permiso de ejercer violencia en ni ninguna de sus formas, y si la ejercen caerá sobre esto el foco de lo importante, como dijo Osvaldo Bayer: “más molesta la violencia cuando más vulnerable es el sector que la práctica”.

Nada dijeron los diarios de entonces sobre las pequeñas y transformadoras historias de amor y hermandad de quienes se convocan en estas instancias, en las que caminar de la mano en un espacio público pidiendo “vasta de violencia”, constituye en sí mismo un acto de rebeldía. La invisiblización de la verdad fue tan grande que un grupo de mujeres que transitan juntas el camino hacia la emancipación personal y grupal contra los mandatos del patriarcado, agrupadas en un Centro Integrador Comunitario (CIC), del Barrio Obrero de la localidad de Río Cuarto, decidieron mostrar lo que pasó ese 8M en un inmenso mural, que habla por sí sólo.

Reunidas en torno a una mesa en el CIC, 5 de las mujeres que participaron de la realización del mural explicaron como fue la deconstrucción que las fue transformando después de varios años de participación en los talleres que allí se brindan. “Empezamos con un taller de panadería con visión de género, en donde veíamos como las mujeres éramos siempre las que nos ocupábamos de las cosas de la casa. Después hicimos un taller de zumba con Cintia, ahí bailamos reggaetón todas juntas y nos divertimos mucho, pero después paramos y nos pusimos a analizar las letras, eso de “ponete contra la pared”, y otras cosas no trataban muy bien a la mujer, nosotras lo bailábamos porque nos gustaba la música, pero ni sabíamos que hablaba tan mal de la mujer”, explica Rita.  Esta actividad fue parte de varias otras que las talleristas y las mismas participantes decidieron en la mesa de trabajo participativo para el mes de la mujer.

Cuando terminó la clase de zumba y la charla del grupo, las mujeres hicieron los carteles que llevaron después a la marcha. “A la cultura machista educación feminista” y “Nos queremos vivas, libres y sin miedo”, fueron algunas de las frases que pintaron sobre cartón y expusieron por las calles de la ciudad.

“Queríamos mostrar pacíficamente que estábamos juntas, que estamos todas unidas y que somos fuertes”, relata Pamela, una de las más antiguas de la agrupación. “Yo lleve a mi hija de 5 años, vino a la clase de zumba hizo un cartel y lo tiene pegado en su pieza, me gusta que ella y mi otra hija adolescente piensen así porque es bueno que lo sepan desde chicas”, afirma Florencia.

La charla se va tornando cada vez más profunda y las mujeres se animan a hablar desde más adentro. “Tenés que despertar del lugar en el que estas, por eso tenemos que estar unidas. Yo ingrese en el curso de cuidadoras de niñas y fue para mí un renacer personal, me cambio completamente el panorama. Yo llegué al CIC con una depresión muy profunda, encerrada metida en mi casa con mis hijos, y ahora soy otra persona, otra mujer. Estoy terminando el secundario y ahora me falta empezar a trabajar”, confiesa Natalia, a la que la marcha del 8M le significó una ventana abierta que nunca había visto.

El taller de cuidadoras de niñes fue un espacio en el que se pretendía dar conocimiento interdisciplinario para que las mujeres tuvieran nuevas herramientas para el cuidado, pero terminó siendo para las asistentes un taller de sanación personal de sus propias crianzas. Se problematizaron allí cuestiones como los roles de género, los estereotipos discriminatorios, y después de un año de transitarlo las cosas fueron distintas puertas adentro y cuerpos adentro, en las mujeres que lo realizaron.

“Yo ahora participo de muchas actividades acá, y cuando llega la hora de llevar los chicos al colegio lo llevo yo o mi marido depende quien esté disponible, lo mismo las tareas de la casa, cocina el que tiene tiempo y limpiamos todos”, afirma Rita.

Ella entro al CIC para terminan el secundario, y ahora es parte de la mesa de gestión. “Mi suegro siempre me dijo vos entraste al CIC y eras una persona y saliste y sos otra. Yo me considero otra persona, me valoro más por mí misma. Mi casa es una constante revolución, yo antes me callaba todo y ahora digo no, manifiesto todo lo que pienso, lo discutimos. Acá entras y tomas una libertad y alas que no tenías, yo venía con las alas cortadas y una vez que crecieron no me las vuelven a cortar. Empecé a leer y a expresarme en voz alta. Para mí fue una explosión y es una revolución constante”, relata.

El mural que decidieron pintar las muestra con esa actitud, unidas, fuertes y en marcha. Para Río Cuarto el puente siempre fue un lugar emblema de lucha, y este año por primera vez las mujeres lo cruzaron. “Estábamos todas marchando juntas compartiendo el mate. Ya desde que marchas es un cambio, porque vamos en contramano del tránsito, pero también en contramano de lo que el hombre y el gobierno quiere que pensemos, desde que arrancas el símbolo de ir en contra mano, cruzar el puente todas juntas es fuerte”.

Alejandra, una de las coordinadoras, toma la palabra para intentar explicar desde un lugar más técnico lo que intentan generar desde el equipo de profesionales, pero la voz se le entrecorta porque con las intervenciones de las mujeres en la mesa se vuelve evidente que han logrado mucho más de lo que ellas mismas se habían propuesto. La contención y deconstrucción que reciben es lo que les permite a muchas, tal como lo relataron, seguir un día más, esta magia común que ronda la mayoría de los encuentros o círculos de mujeres.

Estas historias de mujeres que renacieron habitan multiplicadas en la inmensa marea que todavía cuesta que se cuente en los medios, aunque ignorar estas verdades suene tan necio como querer tapar el sol con las manos. Las historias brillan con luz propia, y seguramente van a aparecer cada vez más en los relatos periodísticos, hasta que tengan permiso de contarse con cotidianeidad, hasta que se caiga.

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