Diversidad

8M Día de la Mujer Trabajadora: Transfeminismo o exclusión

El miércoles 8 de marzo se conmemora el “Día Internacional de la Mujer”, también conocido como el “Día de la Mujer Trabajadora”. El origen de esta fecha se remonta a las manifestaciones que mujeres trabajadoras realizaron en 1908 en Nueva York para reclamar por mejores condiciones laborales, el derecho al voto y el fin de la discriminación de género. La represión a esas huelgas culminó con más de cien mujeres muertas por un incendio provocado en la fábrica que estaban tomando. Desde 1920, la fecha se convirtió en un símbolo de lucha para reivindicar las conquistas alcanzadas y visibilizar las desigualdades existentes. Pero ¿a qué nos referimos con “mujeres trabajadoras”? ¿Quiénes quedan excluidas dentro de ese término? ¿Podemos levantar las banderas de la “igualdad” excluyendo a otras identidades?

Por Redacción Agencia Sudaka TLGBINB*. Imagen @eugexazar @yesica.urriche

Durante la jornada del #8M las calles del mundo se llenarán de manifestaciones, marchas, eventos y distintas actividades en torno al Día de la Mujer Trabajadora. Incluso en algunos países habrá paros laborales y de cuidados como el “Paro Internacional de Mujeres” que se realiza desde el 2017 para visibilizar el papel de la mujer en el ámbito laboral y en el trabajo de cuidados no remunerado. Y es que la discriminación laboral, la violencia machista, las faltas de oportunidades por razón de género y las luchas de las mujeres, es un fenómeno histórico, cultural, social y mundial.

En los últimos años, dentro del movimiento feminista, se presentaron diversos debates y tensiones que ponen en duda qué identidades están incluidas dentro del movimiento y cuáles no. A pesar de las conquistas y de los avances en materia de políticas de género, todavía se sigue cuestionando si las mujeres trans pueden o no formar parte de este movimiento social en un afán de privatizar y sectorizar un espacio de lucha y militancia social como si de un terreno estanco se tratara. Hay quienes creen que el feminismo, más allá de un movimiento que incluye diversas miradas y posturas políticas, es un espacio bien delimitado en el que el biologicismo conserva el mismo primordial espacio de poder para decidir la perpetuación de las exclusiones válidas y justificables en un ADN de la violencia que busca construir víctimas privilegiadas a la vez que justifica la posición subalterna de otras identidades en esa cadena de violencia patriarcal.

Desde SUDAKA hablamos con Ivanna Aguilera, militante travesti de la provincia de Córdoba. Ivanna es coordinadora del Área Travesti-Trans y Género No Binario de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba y presidenta de la Asociación Civil Flores Diversas. Sobre la exclusión de las identidades trans por parte de una rama de los feminismos, Ivanna se refiere a cuáles son los espacios “habilitados”: “Nos preguntamos desde el transfeminismo el por qué la no inclusión a la participación del armado. Seguimos sin ser convocades a participar y armar actividades en el marco de esta fecha. No podemos participar y eso también es violencia. Nos preguntamos por qué desde los diferentes feminismos se violentan a otras mujeres. El negarte la palabra, el no poder expresarte, el no poder convocar y participar también es violencia”. No obstante, Ivanna considera que la comunidad travesti y trans sigue acompañando la lucha.

Claudia Vásquez Haro, presidenta de OTRANS Argentina y primera travesti en obtener un título de doctorado en una universidad pública del país, profundizó un poco más el debate señalando que “para muchas travestis y trans, el feminismo sigue siendo y ha sido ese lugar incómodo. Un lugar incómodo no solo por las feministas radicales más conocidas como “las terf” (sic) que son feminismos transexcluyentes, sino también por un feminismo que levanta las banderas de la igualdad y el reconocimiento desde lo discursivo, pero desde la práctica sigue aún sin concretar esos reclamos”.

Claudia considera necesario en este 8M que se planteen las demandas de la comunidad, y se construyan otros modos menos hostiles para articular con otres, “pero siempre desde una perspectiva transfeminista que ponga el centro en las demandas históricamente adeudadas”. Y señaló que es el Estado quien tiene una deuda con la comunidad, pero también la sociedad: “Es necesario que las travestis y trans, al tener una historia en común, exijamos una vez más al Estado y a la sociedad políticas para la memoria, para la reparación. Pero también indemnización desde un enfoque transfeminista e interseccional, que nos permita no solo correr los límites del feminismo sino que también nos entienda a nosotres como sujetes transformadores de cambio y sobre todo protagonistas, ocupando lugares claves para poder avanzar y transformar este sistema patriarcal heteronormativo que nos asfixia cada día más” refiriéndose a la falta de políticas de educación, de salud, de viviendas, de trabajo y a la expectativa de vida de las identidades trans que promedia entre los 35 y 40 años.

Luana Salvá, presidenta de la Asociación Civil Las Históricas, expresó que la exclusión de las identidades trans es sistemática desde la última dictadura cívico eclesiástico militar, pero que a partir del año 2012 y gracias a la Ley de Identidad de Género, se intenta “salvar una nueva generación de travestis y trans”. Se refirió a sí misma y a sus compañeras como una generación de “sobrevivientes” de todas las violencias, entre las que destaca el golpe de Estado de 1976 y los edictos contravencionales: “Hay una historia que no se tiene que repetir. Hay una historia que se tiene que contar. Somos compañeras de todas las provincias unidas y exigimos una ley de reparación histórica por todas las violencias que hemos sufrido en dictadura y en democracia”, remarcó.

Más allá de los interrogantes que siguen sin respuesta o los debates que no logran un consenso, es necesario que el piso sea el cese de las acciones excluyentes y de construcciones que sitúan a algunas personas como víctimas privilegiadas, lo que reserva algunos cuerpos como depósito de las violencias machistas, patriarcales e institucionales. Es fundamental visibilizar las barreras y desigualdades estructurales y reconocerlas como fruto de un modo de producción y en una cultura en particular que jerarquiza las identidades. Es urgente reconocer y apostar por una lucha interseccional, que aborde todas las desigualdades, como las de género, la orientación sexual, la etnia y la clase social en las que el biologicismo y otras herramientas del opresor no se conviertan en las excusas que dejan a las travestis y trans expuestas a la misma violencia que se denuncia.

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