La lengua que nos parió

Abracadabra

“…pero sabe que está hecha de esta tierra y de estas palabras..”

Lengua Madre. Teresa Andruetto

Reflexiones a cargo de Lorena Boschero que nos invita a explorar las profundidades que recorren la lengua, la pertenencia, la identidad y el complejo universo de lo femenino y lo diverso. Desde estos escritos, Loli nos propone una pausa para volver nuestra atención sobre las palabras y la lengua, sobre su implicancia en nuestros haceres y sentires y sobre sus alcances en los trazos de mundos posibles. Porque somos pedacitos de relatos, buscamos nuestro rastro en las palabras.

Por Loli Boschero. Especial para La Marea Noticias

No hace mucho tiempo, una amiga que sabe cuánto me gustan estos temas me mandó un videito en el cual alguien explicaba el significado de la palabra ABRACADABRA. Según ese video que anda paseando por las redes, la palabra ABRACADABRA viene del hebreo y significa “vas a crear mientras hables’. Y como ya tenía estas ideas girando en mi cabeza, me puse a investigar y encontré otras traducciones similares para la misma palabra: “creo mientras hablo”, “yo creo como hablo”, “lo dicho es hecho”. Hebreo, arameo, latín y hasta antiguo egipcio fundiéndose en una misma palabra mágica, cabalística. 

¿O será que la palabra es en realidad mágica y cabalística?

Ya lo decía Benedetti: En el principio era el verbo, y el verbo no era dios, eran las palabras, frágiles transparentes y putas”.

Y de todo eso se trataban las ideas que me andaban rondando en la cabeza. De ese poder performativo que tiene la palabra. De cómo a través de ella podemos describir, distinguir, clasificar, nombrar la realidad pero también podemos construirla (y transformarla). El mundo se nos hace legible en palabras, lo aprendemos al mismo tiempo que lo relatamos y no vemos o no existe aquello para lo cual no tenemos una palabra capaz de nombrarlo. El lenguaje nos alcanza pero,  a veces nos resulta insuficiente, mezquino y es ahí en donde la creatividad encuentra nuevas maneras de decir lo que todavía nadie había dicho.

La lengua es la herramienta más poderosa de construcción social, nos atraviesa como comunidad, nos configura colectivamente. Cuando nacemos a la vida, nacemos a la lengua y esa lengua es compartida.  Ella nos nombra, nos construye, nos funda; es el artilugio  que tenemos para comunicarnos con el mundo, con les otres y también con nosotres.

Hay una idea subyacente de que la lengua que hablamos configura la realidad en la que vivimos y esa idea viene de la teoría del relativismo lingüístico de Sapir y Whorf y si bien no es la intención caer en reflexiones académicas, sabemos que la realidad, al menos la realidad que habitamos, está atravesada por el lenguaje.

Construimos nuestros espacios, nuestros vínculos, nuestros miedos y nuestros placeres con palabras. También usamos palabras para amarnos, para odiarnos, para encontrarnos o perdernos. Sentimos que estamos más cerca de aquelles que hablan con nuestros códigos y cuando queremos desesperadamente superar obstáculos, buscamos el consenso con palabras. A veces, no las encontramos cuando más las necesitamos y otras tantas, las decimos cuando nadie puede oirlas.

Hay quienes con ellas crean puentes, arte, melodías, también están quienes  construyen guerras, miedos, odio y estigmas. Las palabras, la palabra, siempre la palabra y entre ellas… nosotres.

Nosotres hablándolas, usándolas,  manipulándolas a nuestro antojo, haciéndolas decir lo que queremos que digan, forzándolas a nombrar lo que queremos que sea nombrado. Silenciándolas a veces, aceptando sus bordes y  sus límites, negociando sus códigos y sus reglas de juego.

En esa urdimbre cotidiana, en ese juego de decisiones y elecciones, en esa disputa de sentidos que se juega cada vez que elegimos una palabra y no otra se construye la realidad, nos construimos subjetivamente y construimos a les otres.

Entonces es inevitable que nos preguntemos ¿qué responsabilidad nos cabe como hablantes? ¿Somos conscientes al hablar del poder que estamos poniendo en juego? ¿De las acciones que estamos desencadenando? En tiempos en los cuales resulta tan fácil emitir la palabra y soltarla al coro infinito de voces ¿somos capaces de darnos cuenta del compromiso que eso conlleva?

Vivimos épocas en las cuales circulan relatos de odio, de estigmatización, de discrimación. Relatos construidos con palabras, por personas que eligen del infinito repertorio, los sentidos que mejor construyen la realidad que habitan y desean habitar. Relatos que excluyen, que ocultan, que invisibilizan,  criminalizan y niegan. Escribo estas palabras con la ilusión y la convicción de que la lengua puede ser también un lugar de resistencia. Que es posible construir discursos desde la inclusión y el respeto, que hay miles de  palabras en el repertorio que valen la pena, que hay una realidad inmensa por fuera de la hegemonía reclamando por ser nombrada.

Abracemos el desafío de construir (con palabras) un mundo para todes.

Y abracadabra.

 

 

 

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