Es una de las cuatro dragas de la ciudad de Rio Cuarto. Al bullying que sufrió en la escuela hoy lo convierte en un tema de conversación y de concientización en sus presentaciones. En algunos aspectos sigue renegando del propio colectivo LGBTIQ+, por ejemplo respecto a esa necesidad de ponerle una etiqueta a todo. Intimidad de una suerte de ‘doble vida’.
Por Florencia Igarza. Especial La Marea Noticias
Responde por mensaje con entusiasmo y buena predisposición para charlar y ahí está. Lo veo sentado, esperando, algo ansioso como se define respecto a su personalidad, y con muchas ganas de contar su historia, con muchas ganas de que lo sigan conociendo, la sigan conociendo. No tiene problema con el modo en que lo llaman por la calle. Además, va alternando: por momentos es ‘La Magnus’; otras veces, Alejandro Alturria. Está seguro de quién es en la vida pero admite que le costó mucho trabajo todo ese proceso, fundamentalmente desde lo psicológico. Tiene 32 años aunque parece más joven. Cuando empieza a hablar de su querido personaje se le ilumina el rostro.
“’La Magnus’ es femenina por una cuestión comercial. El personaje fue mutando. Comenzó como ‘Efestion Magnus’ que era una cosa más andrógina pero que a la hora de venderlo era difícil de acordarse. En el 2010 empecé a encontrar algo diferente que no sabía que existía. Estaba rodeado de maquillaje, de todo lo que es el drag pero no sabía qué era y ahí me atropelló. Siempre digo que ‘La Magnus’ me pasó por arriba y cuando menos lo esperé fue como decir ‘bueno, soy una drag queen’”, cuenta sobre sus inicios.
Fue en 2012 cuando un amigo trans lo llevó a Córdoba para mostrarle qué era lo que le esperaba. “Lo que vos hacés en tu casa es lo que se ve en los escenarios”, fueron las palabras con las que lo convenció para viajar y hacia allá fueron. “Me monté todo como yo sentí y cuando llegué allá era eso. Había drag queens con más trayectorias. Me topé con eso que eran más fantasías, historias inventadas de procesos, supongo, de cada uno”, recuerda a una década de aquel momento.
Una de las etapas más difíciles de todas fue aquella en la que tuvo que salir del closet y, además, por duplicado: primero como gay y después como drag. “Fue raro porque del que tenía miedo era de mi papá y no, la que me costó más fue mi vieja. Como madre protectora tenía miedo que me hicieran algo, que me pegaran, el miedo de no volver. Yo me declaro como gay abiertamente, porque tenía una relación oculta que tampoco entendíamos nada, no estaba tan visibilizado, tan libre, y no hablo de mucho tiempo atrás, hace una década, era todo muy tranqui, muy reservado y empecé a encontrar la necesidad de decirles a mis viejos qué era. Lo necesitaba por una cuestión personal. Había un proceso de autoestima, de depresión, de inseguridades. Trabajé muchos años en terapia, con psiquiatra, pastillas para dormir. Pasé una infancia feliz y una adolescencia complicada”, resume.
Cuando superaba una barrera, venía otra. Cuando huía de un lugar, la pasaba mal en otro. “En la secundaria sufrí un montón de bullying por parte de profesores y de alumnos. Tenía una profe de historia que por ser distinto, por hablar bajito, porque yo era tímido, me bochaba. Me tomaba oral y me hacía bosta y me humillaba delante del resto, entonces eso les daba pie a los otros para discriminarme o pegarme. Lo sufrí en Educación Física sobre todo, en el patio de la escuela, me esperaban a la salida. En un momento iba mi vieja a buscarme. Yo creo que el bullying viene desde la casa. Hoy hablo de eso (en los shows) porque hay vidas en juego, se pierden vidas. Lo de Fernando Báez Sosa fue discriminación absoluta por el color de piel, el machismo y la discriminación porque sí. Hoy la vida de uno no vale, te matan porque sí. Y si sos raro tenés que sufrir más. Ya vivir es un sufrimiento”, desliza con una risa propia de alguien que ya tiene resuelta y superada una etapa para nada agradable.
¿Qué encontró Alejandro en el arte drag? “Un lugar seguro. Un lugar donde tenía voz mediante lo artístico y lo visual, algo que me encantaba y que no lo podía expresar como Ale ni como otro género. Encontré un lugar seguro y donde sentirme libre en la sociedad”, sostiene y subraya los conceptos de seguridad y libertad.
Comenzando el año 2023, reflexiona que en aquel momento ser drag era “un grito de rebeldía” y hoy también lo es pero desde otro lado. “Justo ahora me pasa que no me encuentro en ningún lugar. La militancia me formó como activista político porque tiene voz y va al hueso, con un mensaje directo. Hoy las disidencias excluyen a la draga. Lo veo en mi movida, acá en Río Cuarto. Creo que todavía hay un estigma social en el mismo colectivo porque si sos drag no podés ser femenina ni masculina o no podés representar una masculinidad trans o una feminidad trans. Drag no es una identidad de género, es una expresión de género. No me siento ni hombre ni mujer, no binaria. Cuando estoy montada me siento una mujer trans y a eso lo ven raro, chocante porque no es una identidad. Creo que seguimos encasillándonos dentro de la misma lucha. Estamos discriminando lo que es raro, lo que es diferente. Yo siempre digo que es una expresión de género pero montada, para la gente, soy una mujer trans”, explica y se lamenta. “Es un proceso cultural que nos va a llevar tiempo”, agrega.
Respecto a la sociedad en general dice que “hoy en día la gente consume drags, lo paga, le gusta pero lo ve como un laburo. Hace una década quizá lo veían como un trabajo sexual. Que hoy lo vean como un trabajo digno me parece genial porque soy un animador de fiestas. Veo una evolución, sobre todo en Río Cuarto donde es complicado el público”.
A la hora de mencionar atractivos de ‘La Magnus’ afirma que “el personaje tiene caballitos de batalla que a la gente le gustan”. “Eso me sorprende un montón. Por ejemplo, Eva Perón que es un ícono en la política y en la historia argentina va más allá de los partidos políticos. Sabemos que Río Cuarto es particular y es uno de los personajes más pedidos en la calle, para las fotos, para conducciones de eventos, la quieren ver, y eso es genial”, añade con diversión.
Alejandro se define como un artista de Río Cuarto, la ciudad que lo vio nacer. Es por eso que tiene el deseo de trabajar y poder destacarse al más alto nivel en el Imperio del sur cordobés: “Es más fácil irse, te podés ir, pero creo que Río Cuarto es para mí. Quiero romper con el dicho de ‘nadie es profeta en su tierra’”.
Alrededor de dos horas diarias le dedica a perfeccionar ‘La Magnus’. Sin embargo, no está solo en esa tarea. “Mauricio es mi pareja y mi manager, el que me ayuda en todos los detalles. A veces estoy cocinando, trabajando, o en la calle, y me baja una idea y empiezo a escribir. Después lo ve Mauri que tiene un enfoque diferente porque lo ve como espectador y no como artista”, detalla sobre el trabajo del día a día.
Mirando hacia adelante y pensando en sus objetivos, confiesa que le gustaría concursar para la embajadora del orgullo de la Vendimia y que posiblemente sea el año que viene. Pero hay algo más: “En Río Cuarto quiero plantarme como artista, tener una agenda completa, asegurarme dos o tres bares en el mes, laburar de verdad con el drag”.
Como síntesis total expresa que ‘La Magnus’ es su “marca personal”. “Antes era como una rebeldía de decir ‘me voy a imponer como soy y el resto que genere lo que genere’. Hoy no me afecta tanto lo que la gente diga o lo que los colectivos hagan, le doy para adelante porque sé que lo que estoy haciendo es para las generaciones que vienen atrás, estoy marcando un camino”, concluye con ese aire de seguridad y libertad que le proporcionó el arte drag.