Leer Feminista

El arte del catálogo

Notas de lectura sobre Colección Permanente de María Negroni (Random House, 2025)

por Camila Vazquez

A menudo me ocurre con María Negroni que sus textos revelan algo  incómodo de decir. Tiendo a poner una etiqueta previa, como una resistencia a que la literatura me perfore, cambie mis modos de sentir, de pensar, de vincularme con la escritura. Me pasó, por ejemplo, con El corazón del daño, esa novela incatalogable -me perdonarán por el oxímoron- una distancia de clase que me alejaba de la lectura: por ejemplo, pensaba cosas tales como “ah, pero estos son problemas de clase alta”, quizás porque nunca tuve esa serie de inconvenientes vinculados al tener cierto status social. Y ese forcep no me dejaba leer lo que había más allá del tema: la madre. La novela, que tiene que ver no con únicamente con una madre sino con la función madre, que es tantas veces un rol despótico, hecho, sin embargo, de un tipo profundísimo de amor, que las hijas arrastramos en el cuerpo, en la lengua. No podía leer que ese texto de Negroni hace del principal procedimiento en la obra de su autora- el catálogo, las listas- un fuera de sí. Una novela que es ensayo que es perfil. Una novela sobre la madre sobre la escritura sobre la hibridez. 

Hablo de esa novela para hablar de su ¿libro de ensayos? más reciente: Colección permanente. Hay algo reacio en la escritura de Negroni y, por eso, precioso. Lo que digo es un elogio. Me refiero a lo reacio de un animal salvaje: quien ha visto un zorro lo sabe. Hermoso, fugaz, indomesticable aunque se asemeje al perro. No por nada ella misma habla de la escritura indócil, un tipo de vínculo con el lenguaje que no se domestica a la moda, a lo políticamente correcto, a lo que hay que decir. Y ese gesto, por supuesto, es difícil de digerir: frente a una industria literaria que pondera los temas de actualidad y eso, los temas, sea  lo que importe más antes que los procedimientos, Negroni propone otro vínculo con la lengua. Uno que no desborda los géneros, sino uno que se sale de esa discusión y hace de la escritura su propio centro. Contra el imperativo de una literatura “entendible”, que guste, que no sea erudita, Negroni hace su literatura sobre la literatura. Sin por esto ser críptica. Aunque, si lo fuera: ¿qué? La obligación de ser entendible es tan semejante a la de ser heterosexual. La fuga es un gesto que se practica en las formas. La lectura literaria: algo que produce efectos corporales, asociaciones y otra serie de fenómenos sensibles antes que actos cabales del entendimiento.

Pero entonces iba a referirme a Colección permanente. Al principio ocurrió el catálogo en desmedro: ¿esta autora es liberal por opinar como opina? Por ejemplo: por sostener que la pretensión de actualidad o corrección política afecta, significativamente, a la literatura. Negroni dice lo que no nos animamos a pensar. No porque esté “en la vereda del frente”, si nos ponemos binarios, sino porque rescata de aquella tradición que creía en la literatura, por citar apenas una, la Escuela de Frankfurt, algo más que unos temas bienpensantes. Negroni le pide a la forma, y hace con la forma, lo que la literatura puede hacer con el lenguaje: darlo vuelta, mostrar su reverso, volverlo sobre sí. 

En Colección permanente lxs lectores encontramos una serie de ensayos breves, entrevistas imaginarias y epistolarios con maestros inexistentes. Negroni entrevista así a Emily Dickinson, a Vicente Huidobro, a Macedonio Fernández, entre tantos otros, a quien, finalmente, se termina pareciendo por redoblar la apuesta de lo imaginario por sobre lo real. Por ejemplo, le hace decir a Macedonio respecto de las novelas que prefiere: las que no tienen final ni intriga ni personajes y, por eso mismo, obligan al lector a preguntarse, no qué ocurrirá a renglón seguido, sino cómo logrará el autor continuar sin el sustento de una historia. ¿Recuerdan El corazón del daño? Las entrevistas, al igual que las cartas, demuestran un costado humorístico que pone muchas veces en ridículo aquellos afanes productivistas del universo literario: escribir mucho, publicar rápido, “tener éxito”: La literatura, agrega, ha estado sometida demasiado tiempo a la ideología del referente. Como si fuera un simple instrumento, utilitario o decorativo, del pensamiento. Pero  la literatura no es instrumental, dice el Querido Maestro de Negroni. Y también están los ensayos, en los que somos testigos de su propia voz, contaminada, en el mejor de los sentidos, con aquellas voces que la obsesionan. Como esta paráfrasis de George Steiner: la belleza surge cuando en el texto se rompe una regla, ya sea gramatical, sintáctica o conceptual. Es esa irrupción inesperada de algo que subvierte el sentido común lo que nos sobresalta y conmueve. A contrario sensu, lo que no es ligeramente deforme tiene un aire insensible. 

Desde el título damos con una declaración estética de su autora: hacer del catálogo, el museo, la enciclopedia, una búsqueda constante. Llevar al extremo eso que, en otro libro, la misma autora denomina como “micrografías del deseo”: el catálogo, eso que en su pretensión de muestrario absoluto, deja afuera, recorta, exhibe apenas una pizca. El catálogo, además, como una herramienta contra “la originalidad”: listar lo existente, lo que obsesiona -detrás de toda lista siempre hay una persona un tanto neurótica-, incluso lo “no literario” y construir con eso una poética. Pero también una herramienta para la ocurrencia: desde la lista, el despliegue. Una colección no es sin archivo. Detrás del archivo, la lectora ferviente, la curiosidad, ese gesto indócil que amenaza con convertirnos en estatuas de sal. Desde el archivo, la invención. Esa decisión formal que, desde mi lectura, ubica María Negroni en constante diálogo con Borges: torcer lo erudito hasta hacerlo ficción o viceversa. 

La de Negroni es una obra que, pese a su reconocimiento, se resiste a las categorías y, por ende, al triunfo del mercado por sobre la literatura. Esa batalla incansable que tiene el lenguaje contra el sentido común. Ese estado insumiso que adquiere la lengua cuando no sirve para nada. 

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