Nuevo juicio de lesa humanidad en Córdoba
Por Mónica Ambort. Publicado en su muro de Facebook
Fue tanto, tanto el miedo que nos metieron, que le conté a mi esposa y a mis hermanos y les hice jurar que no le contarían a nadie. No podían creer que habíamos salido con vida de ahí. Después me llamé a silencio. Nunca más volví a tocar el tema.
Con la voz entrecortada, @Carlos Civili, 74 años, recordó esta mañana ante la Justicia Federal de Córdoba el suplicio de su secuestro en el campo de concentración La Ribera, adonde militares del Tercer Cuerpo de Ejército lo llevaron junto con su hermano Luis, en agosto de 1978.
Recién 36 años después pudo iniciar el camino de la Justicia, un proceso que ahora, a 47 años de ocurrido el secuestro, le permita, tal vez, curar.
Por zum en su casa de Tucumán, donde vivió siempre, Civili contó que desde 2014, cuando al gestionar la pensión de resarcimiento enfrentó el recuerdo de su secuestro, lucha con un problema de salud, unas ronchas en la piel. Y adelgazó diez kilos. Al peso lo fue recuperando, pero ninguno de los especialistas que consultó, ni el homeópata ─que atribuyó la erupción a algo emocional no resuelto─, lograron controlar la erupción.
Carlos Civili ─que tenía 27 años y era radiólogo─ y su hermano Luis ─con huellas visibles de la polio sufrida en la infancia─ llegaron a Córdoba a fines de agosto de 1978 para ver el salto de bautismo de paracaidismo de un tercer hermano, Jaime, que hacía el servicio militar camino a La Calera.
En una visita anterior Jaime les había mostrado las orejas lastimadas por los azotes que recibía al saltar desde el ‘bombi’, estructura que simula un avión, donde se practica. Al salir ese día del cuartel después de ver a Jaime, los hermanos llegados de Tucumán se toparon con el ‘bombi’. Le sacaron fotos. En menos de cinco minutos fueron rodeados por militares. Dos camiones, y después de tenerlos todo el día en un lugar desconocido, al anochecer, con los ojos vendados, las manos atadas detrás y tirados en el piso bajo botas militares, los llevaron a La Ribera, cerca del cementerio de San Vicente, hoy sitio de memoria.
Allí los golpearon y ultrajaron durante nueve días en los que compartieron calvario con otros siete prisioneros y un grupo de unas diez mujeres, a quienes Carlos Civili vio a través de una improvisada mirilla en una frazada que cubría las ventanas del encierro.
Al recordar a sus compañeros de cautiverio, sollozando, Civili dijo que tenía una gran deuda con ellos: nunca fue a la casa de los familiares a decirles que los había visto.
La cobardía mía no la justifico. Yo no cumplí mi palabra ─balbuceó, y explicó: Fue tanto, tanto el miedo que nos metieron, que esta experiencia se la conté a mi esposa y luego me reuní con mis hermanos Ada y Mario y les hice jurar que no le contarían a nadie. Solamente tres personas sabían lo que nos había pasado. Que estuvimos en un campo de concentración. No podían creer que habíamos salido con vida de ahí. Y me llamé a silencio. Nunca más volví a tocar el tema. Nunca más le conté a nadie y recién 36 años después volví sobre este tema e hice la denuncia.
En este juicio hay un único acusado: Ernesto Barreiro, El Nabo, jefe de torturadores de La Perla, ya condenado por otros crímenes de lesa humanidad. En esta oportunidad debe responder como autor de los delitos de privación ilegítima de la libertad agravada e imposición de tormentos agravados contra los hermanos Civili. Solo Carlos ─ahora escritor y editor─, llegó a este juicio. Su hermano Luis falleció.
El juicio, el número 16 de lesa humanidad que se hace en Córdoba, será breve. Tres audiencias. Se tramita en la sala que el Tribunal Oral Federal N° 3 tiene en Allende 866, en Cofico.
Civili declaró por zum, mientras Barreiro escucha desde su domicilio de avenida Las Heras en Recoleta, Buenos Aires. A pesar de la perpetua por los crímenes de lesa humanidad que cometió, goza de la comodidad de estar preso en su hogar.
La próxima audiencia será el jueves 22 a las 9.30. Puede verse por La Retaguardia, que transmite en directo.
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