La lengua que nos parió

La trampa binaria

Por Loli Boschero @loliboschero – Portada Mariela Abboud @mari.abboud.art 

¿No le parece raro?

¿No le extraña que tengamos párpados y labios?

¿Que a veces nos los cierren desde fuera , y que otras veces los cerremos con fuerza desde dentro? 

La clase de griego . Han kang

 

Escribo hace más de 30 años, pero pareciera que no existiera el oficio. Siempre tengo que aprender a escribir eso que estoy queriendo decir. 

Pedro Mairal. Párrafos chúcaros.

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Yo tengo una amiga que tiene el talento increíble de pensar en colores, de pintar y dibujar. Ella puede prescindir de las palabras para expresar una idea, ella cuenta con la sensibilidad, el arte  y la técnica que le permiten habitar un mundo estructurado en escalas cromáticas, líneas y texturas. 

Ella me contó ayer, con tristeza,  que muchas veces se sentía frustrada por no poder encontrar las palabras o más bien,  por no poder construir relatos que la hicieran sentir satisfecha y cómoda con lo que intentaba decir. Se sentía enredada y limitada por los pronombres, quería escapar de las marcas genéricas, huir de las formas predeterminadas y preestablecidas,  pero sentía que estaba atrapada en una red que limitaba y reducía a nada, sus movimientos posibles.

Yo, que por otra parte solamente sé pensar en palabras y son la única (y mezquina) certeza que me guía en las búsquedas de respuestas posibles, entendí que lo que logró entrampar y frustrar a la mujer que piensa en colores, es el sesgo binario que atraviesa nuestra lengua.

Nuestra lengua no es más que la configuración discursiva del estado de las cosas en el que vivimos y como tal, está atravesada por los sesgos imbricados en el sistema social vigente. Vivimos en una sociedad configurada en clave binaria y nuestra lengua se estructura de la misma manera. El mundo es percibido y narrado en pares opuestos y solamente podemos pensar en dicotomías: bueno/malo; blanco/negro; varón/mujer. Las categorías que componen  un par binario tienen la particularidad de ser mutuamente excluyentes y exclusivas, lo que significa que cada elemento de una observación sólo puede pertenecer a una de las dos categorías, y no puede estar en ambas al mismo tiempo, como tampoco puede no estar en alguna de ellas. Esto crea pares antagónicos en los que cada categoría representa un polo opuesto y se define por oposición a la otra, a la que alude siempre  aunque no haga explícita referencia.

Cuando pensamos esta dimensión binaria en clave de lengua y de pensamiento nos damos cuenta de qué manera este paradigma funciona como un limitante en nuestras narrativas y también en nuestras experiencias. Percibimos y narramos al mundo en dicotomías, perdiendo la inconmensurable belleza que habita en los intersticios de los márgenes.

¿Será posible habitar plenamente esos intermedios?

El pensamiento moderno, occidental y positivo nos propone un mundo binario que simplifica hasta lo indecible la complejidad de la que somos capaces como identidades subjetivas y sensibles. Transcurrimos en una cosmovisión que para explicar necesita reducir al mínimo las posibles disidencias, normalizar en cánones predeterminados y arrojarnos desnudxs de opciones a una realidad sin sutilezas, sin claroscuros, sin gradientes cromáticos.

La perspectiva binaria nos priva del derecho que tenemos de asumirnos como personalidades complejas, de perdernos en las fronteras desdibujadas de lo posible, de habitarnos y asumirnos en los intermedios, en las diferencias que nos hacen unicxs e irrepetibles, hendidxs por las marcas de lo particular, flotando entre ambigüedades que habilitan todo lo decible y lo vivible.

Asumir el desafío de abandonar el sesgo binario que configura nuestra lengua y nuestro pensamiento nos empuja a un universo de infinitos oxímoron, en el cual todos los registros tienen un lugar para habitar, donde nada es definitivo ni taxativo, donde las palabras expanden y liberan en vez de reducir o acorralar.

El pensamiento hegemónico es binario así como también es androcentrista y cissexista, tal vez alguna vez también podamos reflexionar sobre eso, y en esa clave configura la lengua y lo decible en una sociedad. Pensar por fuera de esas dualidades absolutas, es resistencia y es la promesa de una realidad compleja y diversa, signada por la potencia de todas las opciones posibles que recorren el camino de un extremo hasta su opuesto.

Y ahí, es donde reside el verdadero y maravilloso reto al que nos trajo, inevitablemente,  la frustración de una mujer sensible que tiene la capacidad de pensar en colores.

 

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