Por Pablo Callejón. Especial para La Marea Noticias
S.L. tenía solo 14 años cuando ingresó por primera vez al Centro de Salud para reclamar atención médica por recurrentes dolores menstruales y de mamas. La jefa de Guardia advirtió que no había llegado con su madre o alguna amiga, aunque tampoco estaba sola. El certificado por la atención se conservó durante años y se convirtió en una prueba clave. Tras la consulta, la médica había precisado en el documento que la adolescente estaba acompañada en el consultorio por “su profesor de tenis”. Cuando la nota fue incorporada al expediente, S.L. intentó contactar a la profesional médica pero no pudo hallarla. Hubiera querido abrazarla para agradecerle por esa decisión humana y profesional que le cambió la vida. Para la Fiscalía, aquel acto administrativo confirmaba que la denunciante había dicho siempre la verdad.
Con los años, la salud de la sobreviviente de abusos sistemáticos se agravó. El talento que permitía reconocerla en un proyecto deportivo profesional no pudo conciliar con las recurrentes lesiones, los problemas digestivos y la anorexia nerviosa. S.L. comenzó a jugar mal y tuvo que recurrir a terapia psicológica para comprender las razones de una pesadilla que estaba acabando con todos sus proyectos personales.
Nueve fueron los peritos en psicología que dieron su testimonio a lo largo del juicio contra Ariel Gallero, el profesor acusado de abusar sistemáticamente de su alumna. Las declaraciones de la profesional en representación de la querella y del actual psicólogo de la denunciante, quien es especialista en abuso sexual infantil post traumático, aportaron claridad sobre las secuelas en la vida de la mujer. También resultó fundamental el relato de la perito oficial, Beatriz Saino, quien explicó las etapas evolutivas en la niñez y adolescencia, el impacto físico y emocional por la asimetría en las edades de la víctima y el acusado, y el rol docente de Gallero que provocaba una relación de sometimiento.
Aunque durante el juicio hubiera resultado suficiente incorporar el escrito sobre el testimonio de S.L., la mujer decidió sumar otra muestra de coraje cuando habló durante más de una hora ante el Tribunal. También resultó conmovedor el relato del padre de una joven que aseguró haber sufrido los mismos abusos, aunque optó por no denunciarlo penalmente. Para la fiscalía y la querella, el patrón de conducta en ambos casos “era idéntico” y esto permitió dar aún más veracidad a los relatos.
El pasado martes, el juez de la Cámara Segunda del Crimen, Carlos González Castellano, condenó a 11 años de prisión a Gallero por los delitos de abuso sexual reiterado, agravado por la condición de la educación de una menor de edad. Por superar el mínimo de la imputación, el magistrado hizo lugar al pedido de la Fiscalía de Cámara y ordenó la inmediata detención del abusador.
Un extenso alegato de la fiscal María del Rosario Fernández López, que la funcionaria relató con un tono firme y pausado durante tres horas, logró fundamentar el horror que debió soportar la víctima. Fue una descripción minuciosa que trasciende la causa hasta convertirse en un valioso documento que anticipa un cambio histórico en el abordaje judicial de género.
Tras la exposición de los alegatos, el Juez decretó un cuarto intermedio para dar a conocer su veredicto, aunque la contundencia de las pruebas había despejado la incertidumbre sobre una eventual condena. La suerte del abusador parecía echada.
Tras la lectura de la sentencia, familiares del imputado insultaron a la fiscal y a la abogada querellante, Andrea Fassetta, quien debió ser acompañada por personal policial cuando abandonó la sala de audiencias de la Cámara Segunda. En los últimos días, aparecieron spots en redes sociales que descalificaban a la letrada riocuartense y aseguraban que existían “falsas denuncias”. También se conocieron insultos contra la fiscal, quien solicitó a Gallero que su entorno “se abstenga de ejercer violencia a través de las redes sociales”.
El acusado ya había sido denunciado en los meses previos al juicio, cuando aún gozaba de la libertad. Existía una orden de restricción para evitar que Gallero se acercara a la víctima y el imputado no cumplió. S.L. lo encontró en el bar de una estación de servicio a tres cuadras de su casa y decidió llamar a la Policía. El agente que participó del operativo, en lugar de exigir que el denunciado abandonara el local comercial optó por solicitarle a la víctima que se retire. El hecho provocó aún más temores e indignación en la mujer, quien realizó una presentación judicial y debió soportar nuevos hostigamientos. La Justicia amplió el cerco de restricción y le otorgó a S.L. un botón antipánico. El antecedente sumó otro fundamento para que el juez ordenara la inmediata detención de Gallero.
“Lo denuncié para proteger a otras posibles víctimas. Mi objetivo es mostrar que se puede denunciar, se puede condenar y se puede hacer Justicia”, afirmó S.L. en una entrevista a la periodista Carina Ambrogi, previo al inicio de las audiencias. A pesar de la angustiante espera durante años para lograr una sentencia, la sobreviviente decidió enfrentar todos los obstáculos judiciales hasta encontrar un acto reparador a tanto dolor. “Abusaba de mí todos los días, durante años. Me alejó de mi familia y de mis amigos, lo perdí todo. Pero, pude contar lo que me sucedió y decidí hacerlo público para que la gente sepa que las mujeres no nos callamos más”, afirmó tras la denuncia formal. Cinco años después, Gallero fue finalmente condenado.