Micromachismos que pasan de sutilezas a constituir ejemplos de violencia. La incógnita en la respuesta que dará un Poder Judicial al que todavía no le llegaron los apuntes sobre Género. El trasfondo de la primera denuncia por violencia política en Río Cuarto. La lucha dentro de un espacio de lucha contada en primera persona.
Florencia Igarza – Especial La Marea Noticias
Julia Giuliani es la secretaria de Prensa y Comunicación del Consejo Directivo Provincial de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE). Forma parte de la conducción de ATE a nivel provincial desde el año 2019. Tras reiterados episodios de violencia hacia ella y otras compañeras decidió denunciar a cuatro integrantes de ATE.
Descriptos por ella misma como prácticas y actitudes que se encuentran “re naturalizadas” en los distintos ámbitos de nuestra sociedad, llegó un día en que dijo ¡basta! Pero, ¿qué ocurría concretamente?
“Hacían flyers de algunas de nosotras que reenviaban a grupos de WhatsApp subestimándonos en nuestro rol de conducción y básicamente por ser mujeres”, cuenta Giuliani en diálogo con La Marea Noticias.
Claro, como no se trata de violencia física, de una violencia visible fácilmente o la más obvia, teme encontrar obstáculos a lo largo de este proceso y que los funcionarios judiciales duden si existe violencia de género o no.
En este sentido agrega que siempre hubo quejas, pero que ella es la primera y única -hasta el momento- que decidió ir hasta la Justicia y denunciar a sus pares. También lo hizo ante el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) y ante la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación por violencia institucional. En estos dos organismos la denuncia se encuentra en trámite administrativo. Así, se trata de la primera denuncia de violencia política en la ciudad ya que no existen precedentes de algo similar.
“Si seguimos poniendo en duda lo que las mujeres o diversidades pueden llegar a decir, claramente eso genera más miedo y una dice ‘¿para qué sirve hacer una denuncia si terminás siendo revictimizada y centro de los cuestionamientos?’”, expresa la gremialista.
Cuando Julia hace un revisionismo advierte que sí ha sufrido violencia. “Violencia que he naturalizado y que siempre he dicho ‘a mí no me va a pasar’. Cuando me pongo a ver que son violencias y las he sufrido, asumo que son hechos violentos, que te gritan o te sacan de una reunión porque somos ‘hijos de’ cuando yo tengo años de militar y transitar siempre el mismo espacio”, sostiene.
Estos ejemplos se inscriben dentro de lo que se denomina ‘violencia simbólica’, aquella que se ejerce a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos y transmite y reproduce dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad, según establece la ley 26.485.
Además, por tratarse de violencias dentro de un sindicato debemos hablar de la modalidad de ‘violencia institucional’, o sea, la que es ejercida por funcionaries, profesionales, personal y agentes pertenecientes a cualquier órgano, ente o institución pública, que tenga como fin retardar, obstaculizar o impedir que las mujeres tengan acceso a las políticas públicas y ejerzan los derechos previstos en la ley anteriormente mencionada. En el mismo artículo queda explícitamente determinado que quedan comprendidas también las que se ejercen en los partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales, deportivas y de la sociedad civil.
Si bien ha tenido y tiene el acompañamiento general de sus compañeres, Julia espera una respuesta del Poder Judicial. Por estas horas los denunciados transcurren por los pasillos de Tribunales para asistir a las audiencias cuyo fin es escuchar a las partes y así poder continuar con el proceso.
De cualquier manera, toda la situación vivida ya impacta en la psiquis y produce efectos, por ejemplo, la aparición de ciertas inseguridades. “Me replanteo si tengo que dejar este espacio en el que estoy hace un montón de años para dejar de padecer estas cosas o qué hago. Y después digo: yo no soy la que está haciendo nada malo. Ahí es cuando decidí el siguiente paso”, detalla mientras parece tomar fuerzas desde las propias palabras de su relato.
¿Cómo es ser gremialista feminista?
Ante la pregunta de si es una carga militar las causas de género dentro de los sindicatos, Giuliani primero señala que “son estructuras muy viejas” y que pese a eso están logrando “dar pasos chiquitos pero no menos importantes y tratando de borrar y voltear algunas estructuras que son muy patriarcales”.
En 2025 ATE cumplirá 100 años. Sin embargo, “hasta el año pasado seguía con una estructura basada en mandatos de hace 100 años atrás, donde nosotras no teníamos derechos, no se nos consideraba y ni a palos aparecía el cupo. Es un peso y hay compañeros que no entienden que nosotras también hacemos a la vida del sindicato”.
La entrevistada resalta que dentro de ATE son mayoría ya que más del 54% de las afiliadas y afiliados son mujeres. “Más allá de la ola verde, claramente venimos a demandar mayor participación y mayor poder de decisión. Históricamente nos han relegado a los puestos de menor trascendencia o lugares donde teníamos que seguir maternando. Hoy la discusión es otra. Nosotras logramos reformar y que el estatuto sea el 50% y 50%”, sostiene con firmeza.
En cuanto al momento actual, menciona que están abordando algunas cuestiones que son fundamentales como tareas de cuidado, licencias por paternidad aunque “hoy el principal motivo en materia de género es la precarización laboral”. “La mayor parte de la mano de obra del Estado, barata, mal paga, somos mujeres. A la feminización de la pobreza te la dibujan con monotributos, locaciones de servicio, contratos basuras. Es una pelea importante porque la mayoría de esas mujeres que hoy son precarizadas son jefas de familia, las tareas de cuidado y de crianza dependen de ellas solas”, añade Giuliani.
Sobre el final vuelve a insistir en esos micromachismos imperceptibles para mucha gente pero que constituyen enormes barreras a la hora de erradicar las violencias y desigualdades de género. Ejemplo: cuando se discute lo presupuestario, cuestiones de agenda, de qué temas son prioritarios y cuáles no. De todos modos, al hacer un balance, rescata algunos aspectos positivos sobre el funcionamiento de ATE en términos de género: “Venimos bastante bien en el sentido de que somos de los pocos sindicatos que logró implementar el 50% y 50%, tener un protocolo, el departamento de Género pasa a ser una Secretaría entonces tiene otro peso y poder a la hora de discutir”.
“Vamos por un camino que obviamente es lento pero creo que las compañeras que nos sigan atrás van a poder gozar de un montón de cosas que a nosotras nos están costando, nos están pesando, hasta nos traen problemas de salud. Queremos abrir este cauce para que sean muchas más compañeras las que se puedan animar y darse cuenta de que pueden ser delegadas, parte de un secretariado o de las conducciones porque el sindicato acompaña eso”, concluye.