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El puño cerrado que sostiene la verdad

Por: Carina Ambrogi

 

La mujer de 40 años ingresa apurada al bar del centro. El pelo lacio cae como cortina pesada hasta un largo medio, el corte recto en las puntas y la raya al costado, le dan un aire de prolija elegancia. Un tapado negro entallado hace juego con el pantalón y la carterita de charol.

  • -Perdón, se me alargó el horario de trabajo.

Dice agitada y cuenta que su jornada laboral comienza a las 9 de la mañana, corta una hora promedio al mediodía, y sigue hasta la noche.

  • -Y… trabajo 12 horas casi por día.

Se llama Soledad Días, hace dos años su hermana Mónica fue víctima de un femicidio, actualmente es la única persona que batalla el pedido de justicia. Fue entrevistada por la prensa en reiteradas oportunidades para hablar del crimen de su hermana, esta vez, la historia que se develará es la de ella.

Soledad y su hermana melliza fueron las primeras hijas que parió su madre. A su papá lo conoció recién cuando cumplió 36 años, y mantiene actualmente una relación «normal». Cuando Soledad cumplió tres años nació Mónica, hija de su mamá y de Deobaldo Rafael Ordoñez, un hombre que era entonces novio de su mamá. Como Mónica no tenía el apellido paterno, Deobaldo decidió bautizarla con el suyo.

  • -De los 4 años él comenzó a abusar sexualmente de mí, hasta los 12 que me pude comenzar a defender. Estoy segura de que mi mamá siempre supo porque llegó en situaciones en que se daba cuenta.
  • -¿Y a tu hermana Mónica?
  • -A ella también.

Afirmó Soledad en diálogo con La Marea Noticias.

Vivían en una casa precaria con piso de tierra en la zona del cementerio, en la ciudad de Río Cuarto, una ciudad de casi 200 mil habitantes ubicadas en medio de la pampa húmeda Argentina. Según recuerda Soledad, ni la mujer ni el varón adulto de la familia trabajaban.

 

  • -No tenían en mente proyectos ni trabajo. Mi mamá nunca pudo cuidarnos, recuerdo la falta de higiene, el hambre, solíamos pasar tres o cuatro días con un mate cocido, y a veces nos pegaba tanto con un látigo trenzado que quedábamos todo el día en la cama. No nos podíamos levantar del dolor.

Recordó.

Soledad era consciente de la precariedad de su vida, y lo disimulaba para afuera, para que al menos en el colegio, nadie lo sepa. Terminó el primario y comenzó su vida laboral a los 12 años, como niñera, un trabajo que ya conocía. Desde chiquita y pese a que la diferencia de edad con su hermana Mónica no era tan grande, ella hizo de su mamá.

  • -Esa familia fue una inspiración para mí, eran dos personas trabajadoras, que en ese momento alquilaban, pero después se compraron un terreno y se hicieron una casa de dos pisos. Ellos fueron mi inspiración para decir: yo merezco otra cosa.

Con la convicción de que ella podía otra vida, Soledad entró a una fábrica de trajes que advirtió un día que caminaba por calle Moreno.

  • -Me presenté y estuve un día a prueba, al otro día ya me contrataron. Cocíamos para grandes marcas como Etiqueta Negra, Vitamina, Yves Saint Laurent. Estaba en blanco, imagínate, tenía una tarjeta de crédito y una cuenta en el banco.

Sentía entonces que ese era “el mejor trabajo del mundo”, a la distancia y con el paso del tiempo, se dio cuenta de que trabajaba en un gran galpón, a donde pasaban los fríos de invierno con el calor apestoso de una estufa a kerosene, que se prendía de a ratos. Le habían dado como uniforme un guardapolvo a cuadros marrón, y ella se lo dejaba hasta para andar por el barrio, con orgullo, para que ahí a donde conocían su historia, supieran que ella era distinta.

  • -Ahora no me pondría ese guardapolvo (ríe)
  • – ¿Por qué no?
  • -Porque sé que merezco otra cosa

Varios años después de Mónica la madre parió a Constanza y Dalila, hijas también de Deobaldo.

  • -Dalila nació porque yo le imploré de rodillas a mi mamá que la tuviera, ya había pagado para que le hagan un aborto. Le dije que yo la iba a cuidar, y la tuvo, y yo la cuidé. Le di la primera mamadera, le cambié los pañales, si mi mamá nunca nos cuidó. Le di el mismo cuidado que a mi hermana Mónica. Lo mismo que hice con Mónica. Entonces como no la voy a llorar si más que mi hermana fue mi hija. (Llora)

La situación en la familia nunca mejoró. Mónica a los 17 empezó a sufrir esquizofrenia, una enfermedad que apareció justo cuando tuvo su primera relación sexual.

  • -Yo creo que fue consecuencia de los abusos del padre, su primera relación sexual le despertó eso. Mi psicóloga me explicó que es un mecanismo de defensa para aislarse de la realidad.

A los 20 años las tres hermanas mayores tuvieron que mudarse solas, la madre las echó de la casa tras una pelea. Hasta entonces la única denuncia que peso contra Deobaldo Rafael Ordoñez fue la que hizo la madre de sus hijas. Deobaldo le pegó, y ella se defendió clavándole una tijera. Él la denunció primero, y ella fue después. El resultado son dos “denuncias cruzadas”, y una orden de restricción en ambos sentidos.

  • – ¿Con que palabra describirías la casa que armaron junto a tus hermanas?
  • -Mágica

Todas las personas que ingresaban a esa casa se “enamoraban”. Habían comprado muebles nuevos, habían coloreado las paredes, y lograron dejarla tan linda como la de la abuela, a donde pasaban de chicas las vacaciones de invierno y verano y la abuela “las mejoraba”.

Un sábado por la tarde recibió un llamado de una vecina del barrio cementerio. La mujer le contó que sus dos hermanas pequeñas estaban encerradas en la casa de su madre solas desde el día anterior. Mónica fue y llegó también el policía “Martínez”, que “estaba dispuesto a tirar todo para sacar a mis hermanas”. No fue necesario, la madre llegó al rato y abrió. El lunes fueron con representantes de la Justicia y le explicaron a la mamá de todas que era necesario que le diera la tenencia a Soledad, y la mujer aceptó.

  • -Ese día salimos todas de la mano y sabíamos que era una victoria. A mis hermanitas nunca fueron a verlas de la justicia, yo podría haber hecho con ellas cualquier cosa, nunca recibí ninguna ayuda. Tampoco la necesité, siempre trabajé, pero tendrían que controlar lo que pasa con los niños.

La hermana más chica de Soledad tenía entonces 2 años. Vivieron todas juntas hasta que la enfermedad de Mónica la convirtió en un peligro real para sus hermanas pequeñas. “Nada hay para tratar la esquizofrenia”, dice Soledad, “ni acá ni en ningún lugar del mundo”. Entonces Mónica se fue al cuidado de una tía que “hizo un muy buen trabajo”, aseguró su hermana. Mónica mejoró su salud, su estado de ánimo, pero la dejó cuando la tía de modales anticuados y conducta estricta chocó con la joven que quería un poco de libertad.

Entonces Mónica, después de discutir con su tía porque quería usar una pollerita corta, llamó a su padre y le dijo que quería irse con él. Desde entonces vivió en tres pensiones distintas, que se pagaban con la Asignación por discapacidad que recibía. Desde que se fue con él, Mónica trató con enojo y desprecio a sus hermanas.

El cuerpo asesinado a golpes de Mónica Ordoñez lo encontró un perro que había salido de paseo por el sector del “Andino”, una zona de la vieja estación de tren remodelada en el macro centro de la ciudad. Allí, a donde yacía el cuerpo de Mónica, las personas se juntan a realizar actividades deportivas y recreativas, y algunas llevan también a pasear a sus mascotas.

Al mediodía el femicidio era la noticia excluyente en todos los medios locales y a las pocas horas había dos detenidos. El fiscal de Instrucción de Tercera Nominación, Fernando Moine, caratuló la causa como “homicidio”, encerró a dos hombres que supieron recién semanas después, según comentó su abogado defensor, por qué estaban ahí.

La mesa del bar se ocupó con 4 expedientes, uno de 555 páginas, otro 681, otro 138. “Este es de la familia, este de Fúnez y Grassano, este de los dos novios”, va resumiendo Soledad.  Ella se enteró del final trágico de su hermana por una llamada de su tía, que desestimó porque pensó que le estaba mintiendo. A la noche vio a un hombre joven que decía en un noticiero que era el hermano de la víctima, Soledad se quedó tranquila porque Mónica no tenía un hermano de esa edad. Pero le pidieron al hombre que diga el nombre de la víctima, y entonces no quedaron dudas. El que hablaba era el hijo de la nueva pareja de Deobaldo Ordoñez, una familia a la que Soledad no conoce, y contra quienes “no tiene nada”, aclara. “Si ellos cuidaron a mi hermana ella desde el cielo los bendice”. Soledad tardó 4 días hasta tomar la decisión de ir a la fiscalía.

  • -Fui y les conté todo, toda nuestra historia.

Entonces se abrió una denuncia por abuso sexual contra el padre de Mónica, y ellas se presentaron como querellantes. La querella la compartían con Deobaldo, a quien el Fiscal aceptó pese a las denuncias como querellante.

  • -Cuando yo les dije que desconfiaba de mi papá me dijeron que de eso me olvide.
  • -De él no hicieron análisis de ADN?
  • -No, nunca.

Ocho ADN se cotejaron con las muestras periciales obtenidas en el lugar del hecho. Todas dieron negativas. A dos años del hecho la causa no tiene culpables, y pese a que el Estado le otorgó a Soledad un monto de $20.000 en concepto de reparación a familias víctimas de femicidio, el fiscal que representa al mismo Estado en la justicia considera que es un “homicidio”.

Soledad llora casi cada vez que nombra a su hermana-hija Mónica. Se culpa por no haber tenido el valor de enfrentar a su padre por la tenencia. Pero entonces la carcomía el miedo de que esto pudiera hacer que el hombre le quitara la tenencia de las más pequeñas, y con ese fantasma a cuestas vivía casi “escondiéndose”, de ese hombre. Es por eso que recién cuando se enteró de su muerte empezó a aceptar la aparición de su imagen en público, y hoy es protagonista en cuanta marcha se realiza para pedir contra la violencia machista.

  • -Cuando él se murió para mí fue una gran liberación.

Al momento del asesinato de Mónica Soledad era una profesional y estaba trabajando en el Centro Integral Singer en Río Cuarto. Para ese entonces realizó capacitaciones con distintas referentas de la Alta Costura y finalizó un curso que le dio el título oficial. Varias profesoras de ella fueron su inspiración, y ahora ella, en la casona antigua de paredes blancas impolutas e inmensos ventanales, ella es la inspiración.

  • -Tengo la sensación de que tenés algún problema para respirar, ¿puede ser?
  • -Sí, tengo asma, pero me hago todo lo que corresponde. Aunque a veces me quedo sin aire.

 

Soledad sigue siendo la mamá de sus hermanas pequeñas. La más grande esta terminando el secundario, y la más chica cursa segundo año de abogacía. Ella le pidió que cuando se reciba le asegure que va a atender a una persona por mes sin cobrarle los honorarios, para que la rueda siga girando. Ellas no tuvieron acceso a justicia gratuita, tuvieron que pagar varias cuotas de $20.000, y ya está todo saldado.

A veces siente que se le bajan los brazos, y la sostiene la señal que asegura le dejó su hermana.

  • -Con todo lo que le hicieron a mi hermana, ella murió con el puño cerrado sosteniendo las pruebas del asesino. Si ella hizo eso, como yo no voy a seguir.

 

 

 

#JusticiaPorMonicaOrdoñez

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