Economía

Desendeudadas nos queremos: poner la deuda en el centro

La pandemia encumbró al espacio doméstico como el refugio frente a la posibilidad del contagio. “Quedate en casa” pasó a ser la consigna para cuidarse. Y a la vez, la deuda se metió en cada casa. ¿Qué sucedió cuando la vida se circunscribió a los espacios que los feminismos ya habían señalado como lugares donde se combinan formas de opresión, explotación y “se producen deudas”? 

 

Por Lucía Cavallero para Revista Bordes

 

El debate sobre el endeudamiento externo se metió por la ventana de la campaña electoral, volviendo insoslayable la discusión pública sobre su impacto, su origen y su legitimidad. Pero, ¿qué expresa esa obligación de hablar sobre la deuda? ¿Qué experiencia de lo social la vuelve inevitable? ¿Por qué el tiempo de las deudas marca la vida cotidiana de amplias mayorías de la población? ¿Cuál es el vínculo entre deuda externa y deudas privadas? La deuda se mete en las casas, no sólo como discusión mediática sino también como experiencia concreta de estar endeudadxs para vivir.

 

Empezar por casa

 

Los feminismos han desordenado los binarismos clásicos que estructuran el imaginario económico. Así, se ha cuestionado la oposición entre lo productivo y lo doméstico y la división entre lo que cuenta como “público” y lo que cuenta como “privado”.  Esto ha implicado una ruptura epistemológica en el modo de abordar los problemas económicos, al ubicar la vida cotidiana, el espacio doméstico y el trabajo comunitario como lugares estratégicos donde hay explotación pero también resistencia. En este proceso de redefinición de categorías económicas y, por ende políticas, el análisis del proceso de financiarización de la vida cotidiana no ha quedado exento.

 

En ese sentido, la perspectiva feminista hizo un aporte a la pedagogía contra de la deuda externa que generalmente estuvo asociada a enseñar sobre sus efectos macroeconómicos, de una manera des-generizada, des-racializada y sin referencias concretas a la vida cotidiana. Esto está relacionado a lo que la historiadora y filósofa feminista Silvia Federici ha conceptualizado como la histórica devaluación del espacio doméstico en tanto lugar donde se despliega el trabajo de las mujeres y cuerpos feminizados y con la producción de este espacio como espacio privado, por fuera de una visibilidad pública. Al mismo tiempo, el espacio doméstico ha sido abordado incluso desde perspectivas de la economía feminista haciendo énfasis en su carácter desmercantilizado, es decir alejado del mundo financiero.

 

En ese sentido, mi propuesta es profundizar en la caracterización de este espacio doméstico tanto como espacialidad concreta del impacto de la deuda externa como también como un espacio donde “se producen deudas”[1].

 

Juntos por el endeudamiento

 

En nuestra “Lectura feminista de la deuda”[2] hemos investigado cómo el endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional realizado durante el gobierno de Mauricio Macri, se tradujo en políticas de ajuste que se derramaron en los hogares como deuda doméstica. Así, producto de la inflación y la consecuente pérdida de poder adquisitivo de subsidios y salarios y de la dolarización de alimentos y medicamentos, se produjo una realidad en la cual se volvió necesario el endeudamiento para acceder a los bienes más básicos.

 

La particularidad de este fenómeno es que el endeudamiento aparece no ya asociado al consumo puntual de un bien o servicio, sino que se transformó en una forma permanente de completar los ingresos. Aquí entonces un hallazgo importante: hay un cambio cualitativo en lo que significa la deuda en las casas cuando aparece como mandato de endeudarse para vivir. Esto constituye un aporte realizado desde una lectura feminista de la deuda partiendo de investigar sus efectos en la vida cotidiana y centrando el análisis en quienes sostienen las economías domésticas en momentos de crisis. Endeudarse para vivir, entonces, tiene impactos subjetivos que reorganizan la cotidianidad y la domesticidad e intensifican los mandatos de género ahora asociados al pago de las deudas. La presencia cotidiana del endeudamiento pone la deuda en el centro, dirigiendo todas las energías y esfuerzos a evitar el atraso, incluso recurriendo a préstamos familiares y ayudas que también pueden significar poner en riesgo vínculos cercanos y barriales.

 

Por ello, es necesario pensar cómo el endeudamiento externo, en los últimos años se vivió además como experiencia concreta de endeudamiento en la vida cotidiana. Así, como mencionaba, la deuda externa monumental negociada en el apuro electoral del gobierno de Mauricio Macri dio un salto cualitativo: se tradujo con una velocidad inédita en la experiencia cotidiana de estar endeudadas para vivir, mientras se devaluaba la moneda y se fugaban divisas.

 

Esta realidad afectó en particular a las mujeres quienes se endeudaron  principalmente  a  través de subsidios  como  la Asignación Universal por Hijo. Este fenómeno se ratifica de forma muy elocuente en datos del Centro de Economía  Política  Argentina  (CEPA)[4] sobre  el  endeudamiento  de  los  hogares pobres: la cantidad de créditos otorgados a las beneficiarias de AUH llegó al 92 por  ciento  de  las  asignaciones  existentes  entre  2016  y  2019. En relación a los subsidios sociales, un estudio del Observatorio del Derecho Social de la CTA-Autónoma [5] muestra cómo el valor de la Asignación Universal por Hijx (AUH) se fue despreciando durante todo el período, transformándose en una mera garantía para endeudarse.

 

Otra particularidad que vale señalar son las modalidades principales de endeudamiento. En los sectores populares, se verifica una diversidad de oferentes de deuda (con distinto marco legal cada una) que, en las economías domésticas, se superponen y se encadenan. Por ello, en una misma unidad doméstica confluyeron distintas formas de deuda. Una porción importante del endeudamiento se da a través de “nuevas entidades o marcas” denominadas “oferentes no bancarios”, algo que ya había sido señalado por estudios previos[6].

 

Según un informe del Banco Central de la República Argentina[7] (6), a octubre del 2020 la cantidad de deudores asistidos por los OPNFC (Otros Proveedores no Financieros de Crédito) supera los 6.1 millones, un 45% del universo total de deudores en todas las entidades. Estas entidades financieras no bancarias y las entidades no financieras ofrecen préstamos a tasas sustancialmente más elevadas que el sistema de crédito formal, incrementando las desigualdades entre sectores sociales.

 

Las casas devinieron así un espacio de sobreendeudamiento que hace que la espacialidad doméstica se vuelva estratégica para la politización de la deuda: en tanto lugar concreto de impacto del endeudamiento externo y como espacio de conexión entre endeudamiento externo y endeudamiento privado.

 

La pandemia: más trabajo de cuidado y más endeudamiento

 

Como fenómeno general durante la pandemia de Covid ha habido una diversificación e incremento del endeudamiento, donde las deudas “no bancarias” por atrasos en impuestos, servicios de luz, agua, gas, crecieron a ritmo acelerado.

 

En nuestra investigación[8], que constó de un trabajo cualitativo en la Villa 31 y 31 Bis durante el mes de abril y mayo del 2020 hemos detectado un incremento en deudas por alquileres informales que han acelerado los desalojos durante la pandemia. Como señalé, estas deudas coexisten con otras fuentes de endeudamiento como los préstamos familiares y préstamos con financieras barriales.

 

Hemos también detectado e investigado la aparición de endeudamiento mediante empresas fintech. Las fintech son una tecnología novedosa, en pleno momento de expansión en Argentina y, en particular, ante la crisis que la coyuntura de la pandemia global ha desatado, lo cual está llevando el proceso de bancarización y digitalización monetarias a niveles mucho más intensos.

 

Todo este fenómeno toma una velocidad y una escala impensada frente a las restricciones presenciales impuestas por la pandemia y, a su vez, se convierte en un medio particularmente ágil para acelerar el endeudamiento debido a la profundización de la crisis de ingresos para estos sectores que ven reducidas sus posibilidades laborales. Este avance de las tecnologías financieras se desprende no sólo del hecho que se han convertido en la vía de llegada predilecta de los subsidios de emergencia a la población no bancarizada sino, también que trabajan sobre una población bancarizada que tiene cajas de ahorro gratuitas en pesos, cuyo 62% pertenecen a beneficiarixs de planes sociales y un 28% a beneficios previsionales, según datos del Informe de Inclusión Financiera del BCRA [9].

 

Al mismo tiempo, para relevar la situación de una población con mayores niveles de acceso al trabajo formal y con contratos formales de alquiler, hemos trabajado de manera conjunta en una encuesta con la organización Inquilinos Agrupados para relevar los datos de endeudamiento. Los datos más recientes, de septiembre de 2021, señalan que aproximadamente el 50% de los hogares que alquilan poseen deudas[10], evidenciando que el endeudamiento para acceder a bienes básicos se extiende a porciones de la clase media.

 

Una dimensión importante en relación al estudio del endeudamiento doméstico es entender su relación con los trabajos no remunerados, mayoritariamente feminizados. Esta propuesta es una clave metodológica que agrega nuestra perspectiva feminista de la deuda y que resultó fundamental para comprender el impacto de la pandemia en la espacialidad doméstica.

 

Así, la necesidad de endeudarse para vivir se hace aún más fuerte en los hogares monomarentales, con mujeres a cargo de niños y niñas, convirtiendo al endeudamiento en otra de las formas de intensificación de las desigualdades de género.

 

En ese sentido, durante la crisis del Covid-19 se dio un incremento de las labores de cuidado, que afectaron las posibilidades de mujeres, y sobre todo de mujeres jefas de hogar con hijas/os a cargo, de participar en el mercado laboral. Una  investigación realizada por la Dirección de Economía y Género del Min. de Economía y UNICEF[11] sobre la base de la EPH del primer semestre de 2020, muestra que la pobreza en los hogares monomarentales alcanzó el 68,3%. El mismo estudio muestra además, que hubo una caída del 14,0 % de la tasa de actividad para las mujeres jefas de hogar con niñxs y adolescentes a cargo, casi 4 puntos más que la caída de la tasa de actividad general para el mismo período.

 

La mayor dificultad de participar en el mercado laboral, junto con el incremento de tareas de cuidado, ha originado la aparición de nuevas deudas asociadas a la gestión de la vida cotidiana. El espacio doméstico que las masivas movilizaciones feministas habían señalado como espacio donde se combinan formas de explotación y opresión, fue señalizado en la pandemia como lugar de refugio frente a la posibilidad del contagio. La paradoja reside en que ese espacio “seguro” devino, al mismo tiempo, territorio de conquista para el capital financiero (el incremento de la deuda por alquileres es elocuente en ese sentido).

 

De este modo, el sobreendeudamiento interviene con una función eminentemente política: opera produciendo una domesticidad atada al pago de la deuda. Esto es así porque las mujeres realizan múltiples actividades para asegurar el cumplimiento de las obligaciones financieras, lo cual se traduce en una sobreexplotación de trabajos históricamente desvalorizados. De este modo, lo doméstico es ese espacio donde se combinan, de forma más evidente, mandatos de género y obligación financiera. Porque la deuda aprovecha el mandato que recae sobre las mujeres de sostener las economías domésticas en situaciones de crisis y, a su vez, activa el incremento de los trabajos reproductivos y desvalorizados.

 

Otro aspecto a destacar es lo que ha significado la pandemia en términos de aceleración de formas de inclusión financiera para cobrar subsidios como el Ingreso Familiar de Emergencia. En un informe previo, sintetizamos otro punto que, a nuestro entender, deberían ser objeto de debate de esta nueva ola de inclusión: la bancarización de esta población para cobrar subsidios de emergencia aun cuando se sabe de la corta duración de esta transferencia monetaria (o sea: la cuenta bancaria quedará, el subsidio no). Así, concluimos que “el carácter circunstancial de esta medida no garantiza de por sí la continuidad virtuosa en el sistema financiero”.

 

Por tanto, si esta permanencia no se corresponde con la provisión de servicios públicos gratuitos y de calidad, y políticas de transferencias de ingresos mayores que la dinámica inflacionaria, la inscripción en el sistema financiero de una población sin ingresos o con ingresos intermitentes e insuficientes puede convertirse en un mero vehículo para la toma de nuevas deudas personales.

 

Zona de Promesas: endeudamiento y campaña electoral

 

Como recuerda Jason Moore, citando los Grundrisse de Marx, el capital financiero busca crear un mundo donde la velocidad de los flujos de capital se acelere constantemente, dando como resultado el privilegio del tiempo sobre el espacio[12]. Podríamos extrapolar este razonamiento para pensar cuál es el espacio que existió para la contienda electoral, en el tiempo de las deudas. Por un lado, la deuda externa aparece como un límite para cualquier promesa de futuro y, a la vez, una población cada vez más endeudada ve el futuro plagado de obligaciones financieras.  La deuda (externa y doméstica) se metió en cada casa y es un elemento central en la gestión de la crisis y por ende en la producción de subjetividades. Necesitamos avanzar en la confrontación de estos poderes opacos, oponiéndoles una discusión pública, colectiva y democrática sobre los efectos del endeudamiento que empiece por la vida cotidiana.

 

 

Referencias:


[1] Cavallero, Lucía.  Tesis Doctoral: “Deuda, violencia y trabajo reproductivo: un análisis del endeudamiento de las economías populares feminizadas en Buenos Aires (2012-2019)”. Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

[2] Cavallero, L y Gago, V (2019). Una lectura feminista de la deuda. Vivas, libres y desendeudadas nos queremos. Buenos Aires: Fundación Rosa Luxemburgo.

[3] Ibíd.

[4] Recuperado de https://centrocepa.com.ar/informes/230losimpactosdelajusteeconomicoenlaspoliticasdeninezyadolescencia20162019.html

[5] Recuperado de https://ctanacional.org/dev/fuerte-deterioro-de-la-asignacion-universal-por-hijo-y-la-jubilacion-minima/

[6] Gago, V. (2014): “La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular”. Buenos Aires. Edición: Tinta Limón.

[7] Recuperado de: https://www.unicef. org/argentina/media/10751/ file/Desaf%C3%ADos%20de%20 las%20pol%C3%ADticas%20 p%C3%BAblicas%20frente%20 a%20la%20crisi

[8] Cavallero, L y Gago, V. (2020). “Extender la cuarentena a las finanzas”. Recuperado de https://thetricontinental.org/argentina/fp-cavalleroygago/

[9] Recuperado de http://www.bcra.gov.ar/Pdfs/PublicacionesEstadisticas/iif0119.pdf

[10] Recuperado de  ​​https://federacioninquilinosnacional.com.ar/estadisticas/

[11]  Moore Jason (2020). El capitalistmo en la trama de la vida. Ecología y acumulación de capital. Madrid: Traficantes de sueños.

[12] Cavallero, , Gago, V y Perosino, C: “Inclusión financiera. Notas para  una  perspectiva crítica”

http://genero.institutos.filo.uba.ar/sites/genero.institutos.filo.uba.ar/files/Inclusio%CC%81nFinanciera%20%281%29%20PDF.pdf

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