Mujeres al frente

Mamá, mama y cáncer: historias entrelazadas

Una hija que teme por la vida de su mamá, una madre que hace de todo por la salud de su hija, una mujer que acaba de ser madre y tiene miedo a morir. Historias atravesadas por una enfermedad que en Córdoba afecta entre 1.200 y 1.500 mujeres por año

 

Por Magdalena Bagliardelli. Portada gentileza Diario La Arena.

 

Voy caminando por la plaza España con el sobre en la mano. Esperé unas cuadras para abrirlo. Se lee clarito “carcinoma” pero no sé bien qué significa. Antes de seguir avanzando por la senda peatonal lo llamo a mi papá que vive a 200 km y es médico. “Cáncer”, me responde. El gusto de las lágrimas en mis labios contrasta con el esplendor de la primavera.

 

-¿La mamá se va a morir?

 

-No, quédate tranquila.

 

El diagnóstico de un tumor en la teta izquierda de mi mamá llegó sin previo aviso los últimos meses del 2017. Ella siempre se controlaba y se quejaba por los dolores de su displasia pero esta vez había aparecido un nódulo maligno. Cuando la palabra cáncer entró a la familia nos aferramos a la posibilidad de extirparlo. Por suerte, era una opción. Estaba encapsulado, no había metástasis, se sabía dónde estaba ubicado.

 

Los primeros días de diciembre entró al quirófano y  según la biopsia el cáncer no estaba. ¿Cómo era posible? El tumor no aparecía en la muestra porque no lo habían sacado del cuerpo de mi mamá. Efectivamente, en febrero, tuvo que ser operada otra vez. Después vinieron los rayos, las salas de espera, las amistades que se van tejiendo en ese lugar al que visitamos a diario. Hoy queda la cicatriz, el dolor de brazo, la pastilla durante la mañana y el casillero marcado de “antecedentes” al completar una ficha médica.

 

Según datos aportados por el Instituto Nacional del Cáncer, el tumor mamario es el de mayor incidencia en Argentina,  y es casi un tercio de los cánceres femeninos. En Córdoba, de acuerdo al Registro Provincial de Tumores, enferman entre 1.200 y 1.500 mujeres por año, y fallecen por esta causa aproximadamente un 30%.

 

Si bien la mayoría de los cánceres de mama se detectan en mujeres de 50 años o más –informa el Registro- el 17% de estos tumores ocurre en edad reproductiva, y los tratamientos de quimio y radioterapia pueden afectar la fertilidad.

 

Al respecto, la oncóloga María Laura Luna Evaristti (MP 36881) explica a La Marea Noticias: “cuando una mujer joven tiene cáncer de mama y requiere tratamientos posteriores a la cirugía, su función ovárica se ve afectada. Por eso, en la primer consulta se les sugiere que hagan preservación ovárica para futuros tratamientos”. De igual manera, la médica aclara que “el embarazo genera una revolución hormonal” por lo que las mujeres que reciben tratamientos luego de una cirugía reciben “un seguimiento estricto”.

 

“El cáncer de mama es el más frecuente entre las mujeres, y podría decirse que ocupa el 30 o 40% de las consultas de consultorio”, asegura la médica que trabaja en la Clínica del Sud de Rio Cuarto. Además el Globocan (Observatorio Global de Cáncer) precisa que hay 22.000 nuevos casos de cáncer de mama en mujeres por año (una incidencia anual del 32%) mientras que “en hombres es alrededor del 1%”, y en hombres trans “puede verse modificada la incidencia por el uso de hormonas”, explica la especialista.

 

El número de muertes disminuye con la detección temprana pero no desaparece porque “hay tipos de tumorales más agresivos que otros; hay pacientes que llegan tarde a la consulta y con metastásis -sobre todo las mujeres mayores de 65 que tienen una negación”, señala Luna.

 

Escribir para sanar

 

Hacía seis meses que Ángeles Alemandi se había mudado de Capital Federal a un pueblo de 3.000 habitantes en La Pampa cuando le diagnosticaron el cáncer de mama. Como periodista, que maneja constantemente la búsqueda de información, eligió no guglear nada al respecto. Sólo confiar en su médico y poner el cuerpo para lo que hiciera falta.

 

Su hijo Vicente tenía un año y el temor de no verlo crecer la recorría de pies a cabeza. “Son momentos que una no quiere vivir. Yo sentí que estaba sola con mi cuerpo y que tenía que pasarlo, tenía que avanzar”.

Ángeles tenía 32 cuando se palpó el nódulo. El resultado de la biopsia confirmó el diagnóstico y la devolvió a Buenos Aires. Entre la quimioterapia, la mastectomía lateral y la reconstrucción mamaria pasaron nueve meses hasta reinstalarse en el territorio del caldén.

 

“Una se convierte en paciente oncológica para toda la vida y no te podés desapegar de eso. Se te encienden alarmas quizá por lo mas estúpido como la aparición de un lunar”, explica a este medio.

 

Si bien reniega de la idea de que “todo pasa por algo”, sí reconoce que “la sensación de la finitud de la vida” le permitió tomar conciencia del hoy y ahora. “El miedo es irracional. La cercanía a la muerte es real y a la angustia no la podés manejar. Hoy trato de no enojarme por chiquiteces, de disfrutar de ver crecer a mi hijo, tener buena calidad de vida. Lo triste es que necesitamos que algo nos afecte mucho para vivir bien”.

 

La lectura y la escritura son sus pasiones. Cuando nació su hijo, escribió un blog con el “lado b” de la maternidad, pero no a modo de catarsis sino para reencontrarse y ensayar un buen estilo de escritura. La aparición del cáncer la impulsó a retomar la experiencia y narrar lo que estaba atravesando. Con el tiempo, un par de concursos y una editorial que aceptó la propuesta, esos textos confluyeron en la novela “Rally de Santos”, que salió a la luz en octubre del 2020.

“El libro está atravesado por la enfermedad, pero es la historia de una madre y una hija”, asegura. “Durante el tratamiento, la madre se aferra a las religiones y a experiencias vinculadas a la sanación, y está esa hija que también es madre, que entiende que lo peor es que le pase algo a un hijo. El libro trabaja con la idea de miedo universal y la propuesta es poder saltar grietas y abrazarse”.

 

Para la joven escritora radicada en General San Martín, la historia merece ser contada a partir de un episodio con su hijo, que la ayuda a entender lo que su madre sintió por ella durante su lucha contra el cáncer. “El susto, la calma violentada, la certeza de fragilidad, tumbaron una ficha más: me dolió mi madre. Y entendí, de una vez y para siempre, su rally de santos”, dice en la primera parte de la novela.

 

La publicación y la repercusión que generó la animó a pegar un “volantazo” en su vida, dejar de hacer lo que no tenía ganas y dedicarse a escribir que es lo que más le gusta. “Hoy me estoy dedicando a la escritura que me conecta con el lado mío que yo más quiero. El libro me permitió hacer el salto del reencuentro conmigo misma, me dio la posibilidad de mirar para atrás las situaciones fuertes que atravesé y empezar de nuevo”.

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