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¿Cómo afecta el patriarcado según los números de INDEC?

La nueva normalidad es un intrincado tablero de ajedrez que profundiza las desigualdades para el acceso al mercado laboral entre varones y mujeres. Esta y otras variables que demuestran cómo afecta el patriarcado en la infantilización y feminización de la pobreza, se analizan en esta nota de la mano de Macarena Turrubiano, Economista e integrante de Paridad en la Macro.

 

Por: Carina Ambrogi

 

Tres horas de escolaridad presencial por la mañana un hijo, tres por la tarde la otra, presencial cada 15 días, en casa el resto. El complejo tablero de ajedrez en que se convirtió la vida en familia a partir de la flexibilización de actividades en el intento por volver a la nueva normalidad, incrementó la brecha histórica para el acceso al trabajo e ingresos entre varones y mujeres. La situación profundiza una desigualdad que durante la pandemia mostró números que preocupan.

 

Así lo reflejaron los datos que publicó el INDEC la semana pasada, que dejaron en evidencia que la pobreza afecta más a las mujeres, pero principalmente a la niñez.  Macarena Turrubiano, Economista de la Universidad Nacional de Moreno e integrante de Paridad en la Macro, analizó los números de la economía en virtud de estas desigualdades.

 

“Los niños de entre 0 y 14 años son siempre los más afectados por la pobreza e indigencia, esto se debe a que son el grupo más vulnerable, y está ligado a que las familias con niños en sus hogares tienen una mayor tendencia a caer en la pobreza. Esta es una situación histórica, pero con la pandemia se incrementó. Hay una tasa de pobreza del 40% en general y sube al 60% para la niñez”, expresó la Economista.

 

El dato duro es el resultado de un fenómeno al que nos enfrentamos como país por primera vez: el aislamiento, pero se sostiene con una condición histórica: el patriarcado. Pasar de la presencialidad a la virtualidad generó cambios en el plano laboral que no se pudieron adaptar en todas las circunstancias. En este nuevo contexto perdieron lxs de siempre, lxs más vulnerables. “Las familias con ingresos informales son los que más perdieron. Quienes pudieron hacer tele trabajo pudieron mantener sus ingresos, pero quienes tenían trabajos informales no”, resume Turrubiano.

 

Los trabajos como changa, tareas domésticas, cuidado de personas no permitían la viabilidad de lo virtual, durante el primer tiempo de aislamiento sólo estaba permitido “salir a comprar”, es decir que quienes no tenían dinero, no sólo no podían salir a generarlo mediante los canales acostumbrados, sino que ni si quiera tenían permitido circular.

 

Las mujeres ingresaron a esa situación liderando el ranking del grupo de trabajadorxs informales. Para graficarlo con datos, se puede analizar la tasa de ocupación y la tasa de inactividad. La tasa de ocupación es el indicador que permite conocer la cantidad de gente ocupada del total de la población, mientras que la tasa de inactividad se refiere a quienes no están en actividad o con intenciones de buscar empleo, como por ejemplo quienes realizan el trabajo  invisible o las personas mayores.

 

Antes de la pandemia la tasa de ocupación en varones era del 49%, mientras que en mujeres bajaba al 36%, el número es mucho menor si pensamos en personas LGTBIQ+, pero por el momento las estadísticas no lo segregan. En cuanto a la inactividad en varones era del 36%, y para mujeres asciendía al 54%. “Esto se replica en los ingresos y salarios. El salario promedio en las mujeres es $12.00 menos que para los varones”, puntualizó la especialista.

 

 

Si bien esta situación de desigualdad era pre-existente al COVID19, el aislamiento la recrudeció, y la salida continúa profundizando esa brecha. La presencialidad a medias, implica la posibilidad a medias de pensar en horas disponibles para quienes tienen hijxs a cargo. En este contexto, quienes tienen ingresos laborales suficientes para pagar quien cuide a la niñez y hagan viable el cumplimiento del laberíntico esquema propuesto para la vuelta a la presencialidad, podrán mantener un empleo, quienes no, seguirán abultando el indicador de quienes quedaron afuera.

 

La principal causa de este fenómeno, como se ha analizado intensamente gracias a diversos estudios feministas en todas las áreas, es el patriarcado. La distribución sexual del trabajo, sostenida por los estereotipos que aún persisten en las relaciones entre varones y mujeres en la vida en sociedad en nuestro país,  se expresa numéricamente así: las mujeres dedican 3 veces más de horas que los varones a las tareas de cuidado, promediando 6 horas diarias. Estas 6 horas diarias en que las mujeres cuidan gratis, los varones trabajan pago.

 

“La feminización de la pobreza lleva a la infantilización de la pobreza, por la imposibilidad de conciliar esta nueva normalidad con el trabajo. Ese es uno de los factores que hacen que un hogar pierda un ingreso, ni hablar de los hogares con jefas de hogar mujeres”, agrega Turrubiano.

 

La manera de modificar esta situación es transformando el modo vincular, y logrando un sistema integral de cuidado en el que las tareas dejen de pesar sólo o principalmente sobre las espaldas de las mujeres, para ser sostenidas también por varones, estado y privados.  La actual administración puso este enfoque en agenda mediante la creación del área de género en el Ministerio de Economía, y la intención de abordar de manera interseccional las políticas públicas con el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad. Hasta el momento los números continúan mostrando que la brecha sigue en aumento, por lo que los esfuerzos deberán ser más potentes que el virus que vino a amplificar las desigualdades.

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