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La Aurora Venturini

Algunas notas de lectura sobre Las Primas y Las Amigas, dos novelas de Aurora Venturini

 

por Camila Vazquez

 

I.

La Aurora Venturini, como la llama una página de facebook -qué añeja- que erige un poco parodia y un poco en serio a la escritora a la nomenclatura de organización política, nació en 1921 y murió en 2015. Fue argentina, claro, pero vivió gran parte de su vida exiliada en París, donde se codeó con toda clase de intelectual renombrade de la época, la Beauvoir, para darte un ejemplo. Era peronista, y eso vamos a decirlo porque esta nota se llama como se llama. Fue amiga de la mismísima Evita y también de Borges -¿existirá el peronismo sin eclecticismo?-. Se graduó en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de La Plata. Trabajó en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor, pero sospecho que, a pesar de aquel nombre vetusto (#reeducación #cringe), por su puesta estética, sus preocupaciones en torno a la salud mental eran mucho más humanas que lo que la palabra reeducación admite.

 

II.

 

Ahora parece que todes ya la leyeron, pero La Venturini, que escribió más de 40 libros -Mona Jimenéz, quién te juna-, no ganó un premio sino hasta 2007. Ese año recibió el premio Nueva Novela organizado por Página 12.  Desde entonces, su obra ganó mayor visibilidad. Llama la atención el fervor con el que se la lee en su adultez, ya siendo, para hablar sin eufemismos, una vieja. Mariana Enríquez dice en una nota para Página 12 que la inscripción de la autora en la tradición literaria es anómala, como su literatura. De hecho, de alguna manera, tanto por devoción propia de la Enríquez, como por puntos de contacto en sus puestas estéticas, es posible vincular a ambas escritoras en una misma constelación ¿fantástica?, ¿horrorosa?, ¿alucinada? No ya como “heredera”, pues la puesta en circulación de Venturini ocurre en su adultez, si no como conexión análoga entre las obras de cada autora en cuestión.

 

III.

Los textos de Venturini, en particular, las dos novelas que reeditó Tusquets el año pasado, Las primas y Las amigas, -esta última, que le sigue a la primera, se mantuvo inédita hasta 2020- toman por protagonistas a mujeres anómalas, con patologías mentales o deformidades físicas. Y la deformidad, el esperpento, no son un mero tema de sus obras: son una puesta formal, procedimental, y con esto quiero decir gramatical. La sintaxis de Venturini está estallada. En Las Primas, su protagonista Yuna escribe a modo de diario unos textos que no llevan a ningún lugar concreto. Yuna es una estudiante de arte que asciende en la escala social a partir del reconocimiento que cobran sus obras. En Las primas leemos su juventud y en Las amigas, su adultez. En ambas novelas, la sintaxis alucinada toma formas arcaicas de la lengua coloquial, “frases de abuela”, locuciones antiguas y formalidades académicas, puntos y comas escasos, citas de autoridad -el Diccionario- y polisíndeton desenfrenada -multiplicidad de y en las construcciones oracionales- .

Venturini logra un monólogo interior particular: crea una voz para una protagonista inusitada, una aparente “enferma mental”, extremadamente lúcida, ácida, tierna y frontal. Y digo inusitada porque aquí nuestra heroína se cuenta a sí misma. Y lo que es más: es dueña de sí misma. Para ningún hombre, sola y deseante de su soledad, aún rodeada de las yiyamuranescas amigas que las circundan.

Borges, Cervantes, Faulkner, y otros ecos literarios en una obra que tiende subterfugios y pasadizos siempre hacia les lectores, que se conecta consigo misma -con la propia obra-, que sabe, como les grandes autores, que la verosimilitud no es una copia, sino un artificio y que desde allí, desde su condición de manufactura, es capaz de refractar una voz única: algo que resuena en nuestro oído y que guía el curso de la lectura. Más que una literatura de sucesos, una literatura de procedimientos.

 

IV.

 

¿Cómo no querer erigir una agrupación política después de leerla?

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