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Genealogías Un comentario sobre Contéstame, baila mi danza, la antología de poetas norteamericanas reunida por Diana Bellesi.

Por Camila Vazquez

Ya lo hemos dicho en otras borradores de Las Invitadas. Pero antes lo ha dicho por nosotras, y que hermosamente lo ha dicho, Diana Bellesi. Y no solo lo ha dicho: también lo ha hecho. Hablamos -y hacemos- de la genealogía, claro. Ese término que nos remite a un sentido familiar, de legado y herencia. Pero no es de la sangre  de lo que vengo a escribirles hoy. La sangre y las familias son otra tecnología. La familia es también un destino elegido, y, debiera serlo, un destino deseado.

 

Así es que si la genealogía es posible en tanto que manufactura, acá vamos a trazar una, junto con Diana Bellesi. Hablo en plural porque quiero persuadir. Me parece muy importante trazar genealogías.

 

Pero vamos por partes. ¿Quién es Diana Bellesi? Diana Bellesi es una de las voces de la poesía argentina contemporánea más importantes. Nació en Zavaleta, en Santa Fé -por eso  su poesía es tan hermosa, la tradición santafesina y lxs poetas del río tienen ese caudal en su voz- en 1946. Estudió Filosofía y escribió muchísimos y preciosos libros de poesía. A menudo se  reconoce su escritura por su maestría en el encabalgamiento -cortar el verso donde gramaticalmente no se debería-; por producir una poesía musical, con rimas internas y de cierto vuelo lírico, es decir, más vinculada al sentir que a lo concreto; por escribir sobre el río; por avocarse a una estética más oriental en su escritura,más cercana a la tradición china y japonesa, pero esto oriental en Bellesi brota en cuanto al tema, no en cuanto a la forma, porque sus versos son árboreos, amplios, grandes, floridos.

 

En  Contéstame, baila mi danza, la antología que publicó Salta El Pez Editora, pero que se puso a circular por primera vez en 1984, Bellesi no solo reúne, si no qué traduce a trece poetas norteamericanas. Y lo hace con el apoyo y la revisión de otras dos enorme poetas santafesinas, Sonia Scarabelli  y Mirta Rosenberg. Hablemos de la traducción: la tarea de traducir poesía implica casi una reescritura de la obra que produjo alguien más. Traducir implica traer a otra lengua -es decir, a otra forma de ver el mundo- un universo único y preciso como lo es la palabra. Cada palabra, quiero decir. Y traducir literatura, y en particular, poesía, implica no solo preocuparse porque el sentido sea legible, si no por el sentido, y por la forma del sentido. ¿Qué pasa si traspaso este poema al español?,¿pierde su música?, ¿con qué criterios regiré la traducción?, ¿voy a conservar la rima, la música?, ¿o voy a priorizar el sentido? El poema cambia cuando se lo traduce. Es casi un poema nuevo. No hay calco. Pero a mí me encanta leer las traducciones, aunque la palabra -esa entidad- mute. Me gusta porque entonces ese territorio que es el idioma se vuelve menos endogámico, se abre a otras formas de decir y pensar y sentir el mundo.

 

Entonces decíamos que Bellesi tradujo -y no solo eso: investigó y reunió con criterios estéticos- a trece poetas norteamericanas. Trece es el número de la transformación, si nos ponemos esotéricxs. Sí, claro, Norteamérica -ese eje- tiene el signo del imperio en su propia lengua. Pero podemos pensar que el gesto de Bellesi es emancipatorio: la palabra y el género como territorios. Al traducir, enunciar y reunir este libro coral, Bellesi genera una operación literaria: ella misma, mujer, lesbiana, argentina, traza su propio canon, sus propios lineamientos estéticos. Construye -y lo ofrece a quienes lean- su propio linaje. 

 

Los siglos XIX  y XX marcaron un fenómeno en la literatura anglosajona: la presencia de autoras mujeres muy importantes. Algunos ejemplos de lo anterior son las hermanas Brontë, Jane Ausenten, Mary Shelley, Emily Dickinson, Virginia Woolf. Algunas de ellas tuvieron que escribir con seudónimos masculinos para ser publicadas. Otras se sucidaron, un destino y un arquetipo común de la escritora mujer. Silvia Plath es un caso concreto de esto. Sin embargo, en las trece voces que recorren la antología Bellesi traza un linaje celebratorio. Las voces no se suicidan: por el contrario, militan, desean , festejan, conquistan el entorno natural. 

 

El rasgo celebratorio en la propia obra de Bellesi -aquí queremos destacar su oficio no solo de poeta, si no de crítica literaria- se advierte, como dice Alicia Genovese sobre la escritora anterior, en la visita a estos temas que ya comentamos respecto del linaje de Contéstame, baila mi danza: el deseo, la naturaleza, la dicha de estar viva.

 

Las voces que integran la traducción de Bellesi son las de Muriel  Rukeyser, May Sarton, Denise Levertov, Úrsula K. Le Guin, Adrienne Rich, Diana Di Prima, Mary Oliver, Lucille Clifton, June Jordan, Judy Grahn, Irena Klepfisz, Olga Broumas y un ensaayo final de  Barbara Deming. Como decíamos. el crietrio estético que las reúne no es solo su condición género, si no sus poéticas militantes, celebratoria y reivindicatorias. 

 

En el prólogo a la antología, la misma traductora dice sLinaje y genealogía.  Esta última es una preocupación de las escritoras contemporáneas, dada nuestra tardía inscripción  en la historia de la literatura y la cultura historizada, por la peculiar construcción de lo géneros masculino y femenino”. 

 

Lxs invito a leer este  coro de voces que celebran. Como política de vida. Como política de escritura.

Me despido con dos poemas de la antología:

 

Traducción

 

Cuando evenjece

lo duro tiene más sentido,

lo suave, menos tal vez.

Puede leer el granito:

Renuncia.

¿Diamantes? Prepárate

 

Lenguas muertas.

 

Puedes leer el agua.

¿Ahora que?

¿Caminar sobre ella?

 

Bebe, dulce dama.

 

Úrsula K. Le Guin

 

la lección de las hojas que caen

 

las hojas creen

que soltarse es amor

que amor es fe

que fe es gracia

que gracia es dios

yo acuerdo con las hojas

 

Lucille Clifton

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