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Mónica, la Ramona del Oncativo

Mónica es una referente del barrio Oncativo, localizado en la periferia de la ciudad de Río Cuarto. Desde hace años trabaja para garantizar el alimento de los niños y niñas del barrio. Hoy con la Copita de Leche funcionado en su casa, pide que no quiten el personal de seguridad que dispusieron en el barrio, porque sin esta custodia la gente no vive tranquila y muchos servicios como ambulancias o transporte público no ingresan.

Por: Carina Ambrogi

Mónica vive hace 17 años en el barrio Oncativo, en la periferia de la ciudad de Río Cuarto, capital alterna de la provincia de Córdoba. Vivir ahí según relata, es sentir todo el tiempo la amenaza de una balacera repentina. Pasó más de un mes del violento episodio que dejó una víctima fatal, después de una disputa entre vecinos que terminó en una seguidilla de disparos. Fue una tarde de sábado. Tal vez la casualidad de la fecha o el horror que no se olvida, despertó la alerta y los gritos de las mujeres que corrieron a buscar a sus hijes que jugaban en la plaza cuando se sucedieron en la tarde del sábado pasado, dos disparos.

La persona detenida por el crimen recuperó la libertad y la posibilidad de que los funcionarios de seguridad abandonen el puesto de control, recrudece el miedo de Mónica. Ella está a cargo de un comedor y la merienda que suma algo más para comer. Esa botella que buscan las niñeces sirve de alimento para toda la familia. «Les pregunto para que se llevan tanto y me responden que de ahí toman todos», advirtió.

Desde que se decretó el aislamiento social, preventivo y obligatorio, desde la Municipalidad sólo le llevaron dos botellas de lavandina para que continúe con la labor del comedor desde su casa. Los barbijos de ella y de quienes la ayudan se lo compraron con su dinero. Alcohol nunca tuvieron. “La Copita”, como le llama, no sólo servía para entregar comida, era también un espacio de contención y de ayuda comunitaria, en la que chicas y chicos eran parte de un trabajo en conjunto.

Laura vive en el mismo barrio, trabaja en un geriátrico y regresa de trabajar a la 1 de la madrugada. “Cuando no los veo ahí me palpita el corazón”, confiesa en referencia a la custodia policial. La presencia de los patrulleros le da seguridad, la soledad que denota «tierra de nadie», le genera palpitaciones.

Hace cuatro días el pequeño dispensario de salud que hace las veces de centro cultural, se quedó sin doctora. Se estima que viven en el barrio un poco más de 300 familias.  Roxana es una de ellas. Hoy temprano fue con su beba de 4 meses al dispensario para que la revisaran porque tenía fiebre, pero como la médica no estaba la mandaron al Dispensario N 1. Allí tampoco la podían asistir porque reciben a niñeces mayores de dos años. La derivaron entonces al Dispensario N 2, que queda en otro barrio cruzando el puente. En ese lugar finalmente la atendieron. La mujer volvió a su casa al mediodía, después de realizar la recorrida a pie.

«La próxima vez que te pase eso llama a la ambulancia o pedí al móvil de la policía», le sugirió Mónica. La Policía también les sirve de guardia a los servicios de emergencias convocados en el barrio. Las ambulancias, los remisses, o las personas que quieren arrimar donaciones no entran si no hay un patrullero que les acompañen.

El sábado cuando se retiró la policía del barrio a Mónica le empezaron a llegar los audios de las vecinas que la tienen como referente. Las noches del sábado y domingo nadie durmió. Se quedaron haciendo guardia entre vecines.

Le remarco que se ha convertido en la referente pero me responde por medio del whatsapp, que nos permite la entrevista en medio del aislamiento: “Si pero yo soy igual que ellos. Lo único que yo pido para que tenga los niños que es lo mas importante yo le ayudo con lo que mas puedo ahora isimo el trabajo de los diesmil y empadronamos muchos en el barrio la gente conforme con el trabajo que isimos» (sic).

“El barrio está ahora en conflicto y da mucha tristeza verlo así”, reflexionó.

Las luchas y reclamos por el cumplimiento de derechos humanos básicos casi siempre tienen nombre de mujer. Ramona es la última que se llevó la injusticia, la ausencia de respuestas, la desigual distribución del acceso a la vida digna. ¿Cuántas Ramonas más se cobrará la injusticia y las hará banderas, antes que lleguen las respuestas?

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