Cuáles son las principales barreras que deben sortear las personas que intentan acceder a la justicia frente a casos de violencia de género. Cómo se profundizaron con el contexto de aislamiento. Qué experiencias positivas se podrían continuar después de la pandemia. @Ana_Casal_ dialogó sobre estos temas con @lamareanoticias.
Por: Carina Ambrogi.
El enemigo invisible que puso en jaque en menos de 100 días al sistema político, social y económico mundial expone al desnudo, de la manera más visible y cruda, las vulnerabilidades que ese sistema acepta. La violencia de género es una de ellas, y según un informe elaborado por este medio en conjunto con 11 periodistas de todo el país, en Argentina creció en promedio un 30% en este contexto. El reporte realizado no pudo dar cuenta de ningún esfuerzo nacional, provincial o municipal que haya dispuesto de mayores recursos para engrosar las filas de profesionales ocupadas en atender los casos que requieren dicha presencia. Por el contrario, las trabajadoras consultadas de las dependencias abocadas a esta tarea, en su mayoría mujeres, reclaman desde sueldos por debajo de la línea de pobreza, hasta falta de protección sanitaria.
#LasFeministasDondeEstan patotearon con un hashtag los detractores del feminismo, que pretendieron sin éxito encausar al mayor movimiento social y político de Argentina tras una consigna de odio. Los feminismos diversos y heterogéneos a lo largo y ancho del país advirtieron desde hace tiempo estas situaciones que tienen que ver, entre otras, con un real acceso a la justicia.
“Las mujeres en situación de violencia estaban aisladas antes de declararse la cuarentena”, explicó a La Marea Noticias la Licenciada Ana Casal, Secretaria de Asuntos Institucionales del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires y Coordinadora del Plan SENDA, Justicia y Mujeres en situación de violencia.
¿Qué ocasiona ese aislamiento?
Las mujeres que viven situaciones de violencia principalmente en le ámbito de pareja son por lo general personas aisladas social y emocionalmente de su entorno. Se han quedado sin apoyo fruto del trabajo del agresor, con lo cual siempre viven en aislamiento. Construir redes de apoyo es fundamental y es el estado el quien tiene que trabajar en eso.
¿En este contexto la brecha se profundiza?
Todas las barreas respecto del acceso a justicia que tenían las mujeres se refuerzan en este contexto. Pero son problemas que ya conocemos. En jurisdicciones a donde hay múltiples fueros, como ocurre por ejemplo en ciudad de Buenos Aires, las mujeres tienen que peregrinar de un fuero a otro para resolver un solo problema, esa situación en sí misma hace desistir a cualquiera. Si se trata de localidades pequeñas la concentración de los organismos hace que en muchas localidades no cuenten con lugares a donde recurrir, ni acceso a servicios esenciales anteriores a una denuncia, como el acompañamiento terapéutico o la orientación jurídica. Muchas veces se entiende que el acceso a la justicia empieza con el ingreso efectivo a Tribunales, y en realidad empieza mucho antes, y no necesariamente se agota con esto. Para pasar ese “antes”, hacen falta un conglomerado de servicios jurídicos, sociales y psicológicos que en las localidades del interior del país están ausentes, muchas veces se las deriva para hacer un acompañamiento a kilómetros de sus casas y eso no sirve, estos servicios están mucho más concentrados en las grandes ciudades.
En este sentido desde el Plan SENDA hablan de un eje sincrónico y otro diacrónico para el acceso real a justicia. ¿A qué se refieren?
El sincrónico es eso que señalaba respecto del “antes” de acudir a la justicia, que tiene que ver primero con que una mujer pueda reconocer que la situación que vive es de violencia, y después saber que esa situación de violencia puede llevarla a la justicia porque el estado puede resolver algo que a ella la proteja. Para que una mujer logre ese proceso, tiene que haber servicios en territorio que la acompañen y cambios en las subjetividades. El eje diacrónico se refiere a que hay grupos de mujeres que van a tener una situación más difícil en función del entrecruzamiento de factores de desigualdad, por ejemplo, las que sólo tienen en sus localidades un Juez de Paz, o las que dependen económicamente de sus parejas. Podemos decirlo, pero la verdad es que se trabajó muy poco en políticas públicas tomando como eje la interseccionalidad.
Entre lo malo, lo bueno.
La situación de aislamiento generalizado movilizó soluciones especiales para facilitar el acceso a la justicia, que para la entrevistada son buenos ejemplos de lo que se podría pensar como medidas que continúen después de terminada la cuarentena. Entre ellas la habilitación de los canales de WhatsApp para la línea 144, un reclamo de larga data. Este recurso además de permitir denunciar a quienes están con su agresor, permite que lo hagan, por ejemplo, las mujeres sordas. Lo mismo con las campañas que incentivan a denunciar las violencias, estas campañas eran necesarias entes de la pandemia, cuando los números indicaron que la mayor parte de los delitos de este tipo se suceden en el hogar.
Del mismo modo hay personas que en el ámbito de la justicia y con sensibilidad de género están implementando soluciones novedosas, por ejemplo, algunos poderes judiciales que reciben denuncias por canales digitales y se canaliza toda la comunicación sin necesidad de instancia presencial. Otro ejemplo son las audiencias que se realizan vía WhatsApp, o las prórrogas de medidas judiciales hasta 15 días después de que se termine el aislamiento. Estas soluciones según analizó Ana Casal, deberían continuar porque permiten un alivio en el complejo proceso que implica encausar una denuncia. Por lo general dijo, no se tiene en cuenta lo que implica sostener un proceso judicial para la mujer que finalmente logró llegar a esta instancia. “Es un proceso opaco, las denunciantes no tienen información sobre cómo sigue el proceso, cómo tiene posibilidad de intervenir, cuáles son sus derechos, eso no se lo informa nadie”, explicó la entrevistada.
Las mujeres en soledad son las que soportan la carga de seguir el proceso, una carga económica que va desde pasajes para trasladarse, hasta logística para ver a donde dejar a les hijes cuando tiene que concurrir a una audiencia. Un costo emocional que por lo general se realiza sin acompañamiento, en un recorrido que, en vez de ser lineal, es laberíntico. Respecto de la continuidad de estas experiencias Casal dijo: “Que se pueda realizar una audiencia por WhatsAap se podría tener en cuenta para más adelante. Pueden decir que son medidas por una situación extraordinaria, pero puedo decirles que una mujer muere cada 26 horas y eso es una situación extraordinaria, que merece soluciones extraordinarias”.