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Las Invitadas: María Moreno: nuestra señora del escabio

Por Camila Vazquez°

Al momento de escribir esta nota, no bebo. Y es una falta de respeto.O, al decir verdad, bebo, pero lo que bebo es agua en un frasco y es de una decadencia poco literaria. No hay alcohol hoy en mi casa. Pero hubiera sido un honor. Y esta nota hubiera sido entonces más digna. También podría empezar diciendo que bebo para escribir esta nota y sumirme en la premisa de la no ficción, que es esa paradoja de ficción pero no tanto para echar luz sobre lo que lo que el dato histórico no puede. Y que además permite pensar los límites de la verdad, si es que hay tal cosa como La Verdad, si es que la verdad importa, y demás cuestionamientos que podrían llevarnos a abandonar fácilmente los mandatos morales y a vivir por el mundo narrando historias ficcionales como si fueran empíricamente ciertas. Una maravilla. 

Pero que no se confunda aquí ficción con mentira. Ficción, para todx buen lectorx, es otro orden de la verdad, otra capa de ella. Y si unx autorx ficcionaliza sobre La Historia, no miente, sino que reconstruye una dimensión de los relatos a los que la muerte, esa maldita, los años, esos miserables, y  la ciencia, esa ilusión, tampoco llegan. Mejor que nadie lo supo Rodolfo Walsh, de quien María Moreno, nuestra invitada de hoy, hubo aprendido el procedimiento, una deformación bendita del oficio periodístico y, también de la literatura argentina. Y a quien Moreno desviste como el tremendo escritor y militante que entonces fue, pero no excento de patriarcado en igual medida.

El vino. Allí estábamos. Pero comencé diciendo la verdad no por pretensiones de honestidad, sino por falta de recursos. El vino y la verdad o el vino y la no ficción importan en esta nota y mucho. 

María Moreno, cuyo nombre original -nos ponemos la gorra, vamos a empezar a ejercer el rigor de verdad– es María Cristina Forrero, es periodista de oficio y, también, una de las lectoras de la literatura argentina con las que más me divierto, aunque no siempre acuerdo. Feminista de larga estirpe, amada ensayista de quien suscribe, admirada Moreno. La Moreno. El primer libro que leí de ella fue A tontas y a locas, y desde entonces el tono ácido, quirúrgico, chistoso y ñoño de sus ensayos me parece de lo más agradable de leer. Sus textos bordean a menudo, por no decir casi siempre, las vicisitudes de la la literatura argentina, relecturas sobre el canon nacional, la anécdota ñoña y chismosa -eso: el chisme del mundillo-, el chiste. Y también, la incorrección: desnudar figuras míticas de su heroísmo, para verlas ahora -para verlos- con ojos feministas. 

Decía que el alcohol importa porque Black out, una suerte de autobiografía que la autora escribe, pasea a lx lectorx dispersx por la no ficción de la vida de María Moreno, ese invento de María Forrero. El vino como destino literario, desplazado de su condición de patología, o develada la condición de patología como discurso. Moreno sostiene en varias entrevistas que beber es hacer de una, otra. Como escribir: se es otra extraña cuando se bebe en demasía, se hace papelones, se fornica sin recordar, se entrega una al deseo como al líquido que se ingiere. Escribir una autobiografía es, para Moreno, hacer necesariamente no ficción. Recrear un diálogo, inventar un dato, acomodar los sucesos sin pretensiones de orden cronológico. A fin de cuentas, es ser honesta con el recuerdo: fragmentado, deformado, distorsionado por el dolor, por el tiempo, por la nostalgia. Como siempre, allí también esboza hipótesis múltiples sobre los autores faro -autores falo- de nuestra literatura. Y comenta, ilustra -ese verbo de contratapa- la vida del 70’ para lxs militantes y lxs intelectuales en Argentina. O, para ser justa con el régimen federal al cual adscribo con divisa rojo punzó: los 70’ en Buenos Aires.  Y aquí solo comento como al pasar dos de sus títulos -pues no leído entera su basta obra- para hacer mención a algunos de los rasgos que hallo en sus textos.

Hay dos ensayos breves, de libros distintos, que me ordenaron en mi vocación de lectora feminista -y esto no dado persé, si no como necesidad histórica, pero tampoco como ejemplo y muchísimo menos como referencia-. “Esperma y tinta”, que figura en Subrayados, resultó un disparador para pensar recorridos en esta literatura de violación y eyaculación desde El matadero de Echeverría en adelante. Y “¿Qué hacer?”, en un de sus últimos textos publicados, Panfleto, para no incurrir en torpezas literarias: se puede leer un texto sin buscar la perspectiva de género todo el tiempo, se puede leer al autor falo aún para odiarlo y posiblemente amarlo -polémico, paki, dirán- simultáneamente. Antes de retirarme sin haber bebido ni honrar a esta cronista como era requerido, comparto con ustedes la máximas presentes en aquel último título que me han sido de tanto bien para este aprendizaje a  veces torpe, pero siempre urgente, que es la deconstrucción:

Reglas: no debo convertir en centro de atención a este sujeto sexuado ni pretender incluirlo en los procedimientos de los paradigmas existentes, ni reducirlo a una política de la lectura. No proponer como modelo un buen imaginario sexual. No fagocitar las infracciones, sino desplegarlas, complejizarlas. No hacer catálogos de misoginia manifesta con los textos masculinos sino leer en los pliegues los puntos de fuga, las identificaciones.

Para anotar en el cuaderno Laprida, como afirma, selecciono algunas de las máximas finales que dictamina hacia el final del ensayo: 2)No debo leer literatura de mujeres como si fuera periodismo íntimo. (…) 4) No debo creer en La Mujer, en las mujeres, como una política común unida por el débil hilo de los derramamientos de sangre. 5) No debo convertirme en un miembro -¿qué hace aquí esa palabra?- de una capilla más y dueña de un espacio atenida a leyes burocráticas de la cultura. Por supuesto que he fallado, pero revisar su acidez y su humor ubican a una, al menos una torpe, como yo, en el camino de la crítica literaria y la crítica feminista, aunque se falle en el intento. 

Que el buen vino o, hasta octubre, el vino posible, lxs acompañe, que haya rosca y deseo y ñoñez en las charlas que de allí emerjan. Salud, compañerxs.

°Escritora. Integrante del colectivo cultural Glauce Baldovin https://glaucebaldovin.wordpress.com/

 

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