Mujeres al frente

«El primer espacio donde debemos ser reconocidas como mujeres originarias es en el movimiento de mujeres»

Lo señaló la delegada por las organizaciones sociales a las Cumbres de Justicia de Bolivia, Adriana Guzmán. «Creo que ese es el primer espacio para que con mucha fuerza se pueda cuestionar estructuralmente la idea de lo de plurinacional en un Estado profundamente colonial, racista como lo es el Estado argentino», agregó.

Por Soledad Allende para la Agencia Paco Urondo.

En la Argentina tenemos un Estado representativo, delegativo en el sentido liberal del término. Y Bolivia tiene un tipo de democracia participativa que implica la plurinacionalidad.

Lo que está sucediendo en la Argentina es que esa demanda histórica que los pueblos originarios han realizado al Estado, y que sólo se concretó en Bolivia, se le está haciendo a un movimiento de mujeres que se viene autoconvocando hace 34 años. En este sentido, parece factible que el feminismo y el movimiento de mujeres se transformen en el vehículo de esta demanda histórica. Cosa que no resulta sorprendente si prestamos atención a la capacidad que vienen teniendo los feminismos para encarnar demandas populares en esta ùltima oleada neoliberal de acumulación financiera y expoliación de los recursos naturales.

Asimismo, la perspectiva dual que los pueblos originarios sostienen como parte de su cosmovisión, si bien no representa lo mismo que los binarismos occidentales y coloniales, genera algunas confusiones respecto de cómo alojar, desde estas subjetividades, la incorporaciòn de identidades de género no hegemónicas, distintas a la identidad mujer, hacia un 34° Encuentro Nacional de Mujeres que seguramente se definirá de otro modo, en la instancia que corresponda.

Adriana Guzmán, mujer originaria, lesbiana, aymara, feminista de Abya Yala y delegada por las organizaciones sociales a las Cumbres de Justicia de Bolivia, se explayó acerca de estos debates que atraviesan las reuniones preparatorias del 34° ENM.

Para ponernos un poco en contexto, ¿cómo fue el proceso que llevó a la plurinacionalidad del estado en Bolivia?

Adriana Guzmán: La Asamblea Constituyente fue como un legislativo temporal, su tarea única era la elaboración de un nuevo texto constituyente de un Estado republicano, y el resultado fue el Estado Plurinacional. Los 255 delegados y delegadas fueron elegidos por voto directo en todo el territorio nacional, y hasta donde yo recuerdo el 51% aproximadamente eran mujeres y como el 52/53% eran representantes de pueblos originarios, indígenas, campesinos. Entonces se reunieron por casi tres años, desde el 2006 hasta el 2009, para definir el nuevo texto constitucional que contiene: la forma de estado, la forma de economía, la forma de organización social, los derechos reconocidos y todo lo que abarca un texto constitucional. Tardó todo ese tiempo porque había una pugna, fue el espacio de definición de las fuerzas de poder nacional. Porque estábamos los pueblos indígenas, con su memoria, con las cosas que queríamos y necesitábamos poner, estábamos las mujeres con cosas específicas, como por ejemplo que entre el concepto de despatriarcalización, que finalmente no logramos que estuviese. Pero logramos que se incluya el artículo 338 que dice que el trabajo del hogar genera riquezas y debe ser contabilizado en las arcas del Estado. Y esto pensamos que fue el proyecto mínimo que logramos meter, porque la idea era que diga “el trabajo de la mujeres en el hogar”, pero no lo logramos. Queríamos que ese trabajo fuese, además de contabilizado, devuelto a las mujeres en forma de salud, educación, para la creación de un país distinto.

Hubieron muchas peleas porque de esto participaban también, empresarios, oligarcas, terratenientes, todos elegidos. Disputaban ahí sobre lo que sería mencionado acerca de la propiedad de la tierra, acerca de la reversión de la tierra en caso de no tener una función social, etcétera.

Hubieron momentos de mucha presión social, cuando se estaba intentando definir que fuese un Estado Plurinacional. Por ejemplo, hubieron manifestaciones, movilizaciones, presión a ese espacio de la asamblea que estaba en Sucre, en el centro del país, de los empresarios, de grupos inclusive fundamentalistas que decían que no se podía acabar con la Nación, con la República, con la historia de Bolivia, que era una cosa panfletaria de los indígenas de Evo, etcétera.

Estábamos definiendo pues, las reglas mínimas del país. Como casi el 52% eran mujeres y hombres originarios, quechuas, aymaras, guaraníes, mosetén, estaban viviendo en ese lugar, donde se hizo la Asamblea Constituyente. Ahí permanentemente recibían agresiones, golpes, los escupían. Las noticias del momento de la ciudad de Sucre decían «los indios ensucian, han ocupado nuestra ciudad», «mascan coca y escupen en las calles», etcétera. Tres años de permanente racismo, de permanentes ataques a las presidenta de la Asamblea Constituyente, Silvia Lazarte, mujer originaria y productora de coca, que era acusada de ignorante porque no había terminado el colegio. Pero ella tuvo la habilidad de mantener unida finalmente la asamblea, de que no se quebrara.

Al final las presiones más grandes tuvieron que ver con, por ejemplo, desde cuándo se considera la vida. La constitución dice que es desde la concepción, por la intransigencia de los grupos fundamentalistas. Otro punto fue por la forma de la economía que tiene una economía plural, de base comunitaria.  En un principio el objetivo era que fuera sólo economía de base comunitaria, para ir rompiendo con el capitalismo. Pero ellos metieron la palabra plural para que el Estado tuviera que apoyar a pequeños emprendimientos, a los pueblos originarios, a los pequeños empresarios como también a los oligarcas, a los sojeros a quienes también les da créditos. Esa fue una cosa que se cambió producto de la presión. Presión que fue el secuestro de asambleístas, que los golpearon, los persiguieron, los hicieron arrodillarse en la plaza de la ciudad y besar la bandera símbolo del colonialismo, la bandera española, a todos los que ellos llamaban indios. Esto pasó hasta el 2009, que se aprueba el texto constitucional reduciendo muchas de las cosas que eran importantes para nosotras, como por ejemplo lo de la concepción, lo de la economía, lo de la propiedad de la tierra.

Otro punto fue que no querían que se reconozca en igualdad la justicia originaria, querían que esté por encima la justicia ordinaria y lograron poner, en ese sentido, un candado. Se reconocen en igualdad, o sea, son equivalentes, pero con deslindes, o sea, con una ley que debe deslindar. Si me someto a la comunitaria, me deslindo de la ordinaria. Esa ley no se ha aprobado hasta ahora.

¿Qué diferencia existe entre la justicia ordinaria y la comunitaria en lo que hace a los derechos de las personas según su identidad de género?

AG: Los pueblos originarios han planteado su propia justicia que en la constitución de Bolivia se llama justicia indígena/originaria/campesina que es equivalente a la justicia ordinaria. Es más rápida, es eficaz, no es punitivista sino que es pedagógica. La idea no es castigar y punto, sino que a partir de la discusión comunitaria todos aprendan que esas no son las mejores formas de reaccionar o de resolver conflictos. El objetivo de la justicia originaria no es el castigo, sino la transformación, el aprendizaje, la reparación en los que casos que tenga que haberlo. No tiene ningún costo, es rápida, hay autoridades de justicia que por lo general son las mujeres y hombres más reconocidos de la comunidad, con experiencia, muchas veces son los abuelos y las abuelas.

Pero nosotras, en ese camino de restituición de nuestra autonomía y autodeterminación, nos hemos dado cuenta de que esa justicia también está atravesada por el patriarcado y por eso también somos feministas, y por eso también denunciamos las prácticas patriarcales dentro de la justicia originaria. Por ejemplo: los casos de violencia no se juzgan en todas las justicias originarias, porque creen que es un problema entre familias. Hay otras que sí, juzgan, castigan, sancionan no sólo al violador sino a toda la familia que debería haberse hecho cargo de educar mejor o enseñar otros caminos a ese violador, por ejemplo. Esa justicia que no juzga, está atravesada por el patriarcado, para esa justicia el cuerpo de las mujeres vale menos y eso nos ha llevado a nosotras a plantear la descolonización de la cosmovisión porque esa es la que plantea que es en dualidad.

La perspectiva de la dualidad que es propia de la cosmovisión originaria…

AG: La dualidad no es el binarismo occidental, pero igualmente sigue siendo una categoría de poder. «Chacha warmi” es una categoría que determina que son los hombres quienes deciden, los que están en el espacio público. Aunque tienen que estar con su «warmi» las mujeres van para cocinar, acompañar, cuidar a los hijos, para llevar agua, pero no para decidir. Ellos son los representantes de los hombres porque comparten esos cuerpos y las autoridades de las mujeres son sus esposas, sus concubinas. No son nuestras representantes. Y hay un conflicto de interés, unas relaciones de poder en las que nuestra palabra y nuestras decisiones quedan invisibilizadas. Nosotras ponemos en conflicto la dualidad como una evidencia de que el sistema patriarcal ha atravesado nuestra cosmovisión. Cuando desde los feminismos se dice que nos matan, desde los pueblos originarios se sale mucho a hablar de la dualidad, porque eso encubre las violencias. En todo caso si hubo dualidad, fue hace 500 años cuando los hombres no mataban a las mujeres. Hoy no podemos hablar de dualidad. Hay relaciones de poder, hay relaciones de géneros, de sometimiento, de dominación que terminan en feminicidios.

La demanda de plurinacionalidad que los pueblos originarios dirigen hacia el Estado, en la Argentina, se dirige hacia el movimiento de mujeres ¿Cuál es el sentido que adquiere esta estrategia para ustedes?

AG: Lo que hemos comprobado con la asamblea constituyente y después con estos años de tratar de concretar la constitución a través de otras leyes y después políticas públicas y acciones concretas (porque la idea es que la constitución llegue a tu casa, a tu vida, a tu territorio) es que el Estado tiene una base fundamentalmente patriarcal, colonial, burguesa. La transformación es más que el texto constitucional, incluso más allá del Estado, porque también debemos construirla quienes habitamos estos territorios. Una justicia plurinacional, una educación plurinacional, una salud plurinacional.

Y sí, la demanda sí debe ser también al movimiento de mujeres. Para las feministas como nosotras que creemos en la comunidad y que sabemos que el patriarcado no se va a acabar ni por decreto ni por ley, ni el Estado es tampoco quién lo va a hacer, que es colonialista y racista, el primer espacio donde debemos ser reconocidas como mujeres originarias es en el movimiento de mujeres.

Es un camino, si quieren, inverso al que se ha hecho en Bolivia (primero en la constitución y luego se ha discutido en los movimientos). El movimiento de mujeres no puede no reconocer a las muchas mujeres originarias y distintas que habitan ese territorio. Creo que ese es el primer espacio para que con mucha fuerza se pueda cuestionar estructuralmente la idea de lo de plurinacional en un Estado profundamente colonial, racista como lo es el Estado Argentino. No es solamente una demanda de las mujeres originarias, yo creo que por un lado está la demanda de las mujeres originarias de ser nombradas, visibilizadas, que hará que deba hacerse un trabajo de transformación transversal a todos los talleres, a todas las miradas. Que se discuta desde la perspectiva de las mujeres originarias. Los desafíos son: llegar a la legitimidad de que el Encuentro Nacional de Mujeres sea plurinacional y, por otro lado, el confrontarnos dentro del feminismo al mirarnos y al saber que hay que romper con un feminismo racista, colonialista.

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