Actualidad

Frente al abuso policial y la violencia patriarcal: FURIA TRAVESTI SIEMPRE

foto: Kikina Sánchez- Patas Flacas Productora

Por Ana Azurmendi para «La tinta en la pluma»

En una noche de protesta contra el abuso policial en la puerta de la Comisaría Segunda, Nicole asegura que está cansada de tener que ir todos los fines de semana a buscar a alguna compañera golpeada por la policía. Y así, mientras está apostada contra la pared tomando una gaseosa, cuenta que días atrás, tuvo que rescatar en plena madrugada a una amiga a quien la policía había detenido, abusado y abandonado sobre el camino asfaltado del Cerro San Bernardo. “No le dejaron ni los zapatos”, dice y cierra así este microrrelato del horror.

La policía nos está extinguiendo

El abuso policial es una de las tantas situaciones de violencia y vulneración de derechos que padecen travestis y trans en su cotidianidad. No importa la hora del día ni lo que se esté haciendo, un cuerpo travesti-trans parece siempre ser leído en términos de infracción y por ende, sujeto a un castigo con saña.
En el informe 2016 “Situación de los derechos humanos de las travestis y trans en Argentina” presentado al Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW en inglés), se denunció que “Si una travesti o mujer trans es nueva en un barrio, la policía ejerce diversos actos para demorarla, identificarla, hostigarla, humillarla, presionarla, agredirla sexualmente y, por último, privarla de su libertad. Estas prácticas se repiten de manera sistemática, el control es cotidiano, sobre cada una y el colectivo. Quienes están en mayor situación de vulnerabilidad son las que se encuentran en situación de prostitución, en las ciudades son demoradas por la
policía y requisadas con regularidad semanal”.
Estos motivos son suficientes para que la derogación del artículo 114 del Código de Contravenciones de la Provincia sea una de las consignas que el colectivo trans/travesti levanta con fuerzas. Bajo la premisa de prohibición de ofrecimiento de servicios sexuales en la vía pública, son arrancadas de las esquinas a golpes de puño, arrastradas y humilladas en los espacios de detención. “La violencia que sufrimos es de lunes a lunes, se acrecienta los fines de semana pero es en cualquier horario. No vamos a bajar los brazos”, sentencia la activista Nicole Erazo.
Una travesti, una trans a plena luz del día, está violando el toque de queda: “para la policía somos prostitutas ¿qué compañera a las 10 de la mañana, a las 2 de la tarde, a las 16 horas, va a irse a prostituir?”, comenta Erazo y recuerda a Valentina que cada vez que va o viene de trabajar como cuidadora domiciliaria de una persona mayor, es detenida bajo la excusa de no querer que circule por el lugar.
Las consecuencias del accionar policial sobre el cuerpo de las travestis y trans son incontables. Quizás las más visibles son las secuelas físicas que dejan las golpizas. Los cuerpos magullados no terminan de reponerse cuando sobrevienen más golpes disciplinantes y punitivistas: en las esquinas, en las calles, en las plazas, un cuerpo disidente es un cuerpo que merece castigo, pura carne de carroña para los odiadores que portan armas como política de Estado. “Hay tres compañeras que han quedado discapacitadas. Una de la pierna y otras dos que no pueden mover el brazo por los golpes. Una sufrió un ACV -Accidente Cerebro Vascular- y no tiene movilidad en la mitad del cuerpo”, aseguró Erazo.

“Estamos quedando pocas porque directamente nos están matando”

Según estadísticas relevadas por Lara María Bertolini en Página 12, en lo que va del año 2019, una treintena de trans/travesticidios tuvo lugar en nuestro país. Todas muertes ejecutadas desde el odio y cuyas causas penales probablemente nunca avancen y terminen cajoneadas en algún rincón polvoriento del sistema judicial.
“En lo que va del 2019 se contabilizaron 32 femineidades travestis y mujeres transgénero muertas, sin contar las golpizas y violaciones correctivas contra los varones transgéneros. Estos datos provienen de las mediciones que hacemos desde el propio activismo, porque el Estado ni siquiera lleva este registro”, sostiene la activista Bertolini.
El Informe 2018 del Observatorio de Violencia contra la Mujer (OVcM) indica que en Salta hubo 10 travesticidios/ transfemicidios, representando el 16% del total de la Argentina. Es una de las provincias con mayor porcentaje luego de las jurisdicciones de Provincia de Buenos Aires y Ciudad Autónoma de Buenos Aires que, agrupadas, poseen un 36%.
foto: Kikina Sánchez- Patas Flacas Productora
Cuando en 2015 encontraron a la activista Diana Sacayán asesinada en su departamento, el colectivo LGBTIQ sintió este golpe como uno de los más duros. Una amiga de Diana, durante una de las primeras audiencias, declaró: “Lo que sentí en ese momento y siento es: si le hicieron esto a ella que era una figura pública, una defensora de derechos humanos, ¿qué queda para nosotras, las anónimas?”.
Durante el juicio, el forense determinó “multiplicidad lesiva”. había sido sometida a una feroz sesión de golpes y apuñalamientos. En el alegato presentado por la parte querellante, rol ejercido por la Dra. Gabriela Luciana Sánchez, se expresó que se estaba en presencia de un caso fundacional de “Travesticidio”; que Diana no fue lesionada por casualidad, sino que el acusado había tenido un control total, ultimándola cuando quiso hacerlo y castigándola por su identidad de género. En consonancia, el Dr. Juan Ricardo Kassargian (representando al INADI), sostuvo. “Cuando dicho odio se proyecta contra una persona que se percibe travesti, debe incluirse el término “travesticidio” en la sentencia, porque es una manera de darle visibilidad a esta trama de violencias estructurales que se inscriben en sus trayectos de vida”.
Lohana Berkins conjuraba: “Somos traidoras del patriarcado y muchas veces pagamos esto con nuestra vida”
La sentencia del juicio fue histórica y sentó precedentes. Por primera vez la Justicia hizo uso de la figura de travesticidio en los expedientes condenando a cadena perpetua a Juan Marín.

La causa de todos los males: la violencia patriarcal que cala hasta los huesos

El oficial que revienta una cabeza sobre la vereda, las balas que perforan cuerpos que valen nada, cuerpos que perecen en la más extrema pobreza, allí donde los medios de comunicación hegemónicos no llegan ni llegarán más que para estereotipar y atrasar existencias fugaces marcadas por enfermedades tratables que se vuelven incurables de tanta desidia estatal, de tanto querer ser felices con tan pocas posibilidades de sobrevivir a este sistema perverso. Son imágenes y situaciones cotidianas que configuran una expectativa de vida de 35 años.
El concepto de travesticidio social hace referencia a este arsenal de violencia, exclusión y estigmatización que atraviesan trans y travestis en sus trayectorias de vida
Alba Rueda, filósofa e integrante de Mujeres Trans Argentina, explica en una nota de Economía Feminis(s)ta: “si una reduce un travesticidio o transfemicidio a un crimen de odio o a una relación de uno con otro, lo que dice es que hubo una persona que sintió aversión por la otra generando un trato cruel hasta la muerte. Pero si vos unís esto dentro de lo que es la trama social de la violencia y el proceso de deshumanización, ahí aparecen las enormes situaciones de violencia en donde el Estado estuvo involucrado y ves cómo realmente estaba prescrito este destino”.
En Salta, según el informe del OVcM del 2016, del total de personas trans entrevistadas, el 76% no se encuentra estudiando y sólo el 25% posee el secundario completo. Además, únicamente el 6% tiene el nivel superior de estudios completado.
Frente a esta situación, Nicole Erazo recuerda que son 55 las personas trans que han podido terminar el secundario. “Tienen más esperanzas. Ahora una quiere ser docente, la otra periodista, odontóloga… Estas compañeras tienen la fé y la esperanza de conseguir un trabajo digno cuando terminen el secundario. Algunas estudiarán en la Universidad y se va a ir acrecentando el número”.
En materia de Salud, según la misma encuesta, mientras el 67% realiza tratamiento de hormonización, sólo el 33% lo hace bajo control médico. El principal obstáculo es la atención al colectivo trans-travesti en los espacios de Salud. “No nos atienden como nos merecemos o directamente no nos atienden”, sostiene.
Erazo recuerda el caso de su compañera a quien le negaron la atención en un hospital: “No la quisieron atender en el San Bernardo y la quisieron enviar al Milagro. Cuando le solicitamos a unas enfermeras que le detuvieran el sangrado -había sido golpeada en un robo- respondieron “ni loca, no vaya a ser que esté enferma”.
Son muy pocos los espacios que respetan la identidad de género y en los que reciben un trato digno. En la gran mayoría de los casos, terminan frente a profesionales que las tratan en masculino teniendo que lidiar con las miradas de desprecio. “Las enfermeras no nos quieren ni tocar y los mismos doctores nos derivan al Milagro. Nos ven y automáticamente  tenemos VIH. Si sos trans sos portadora, siempre con ese estigma” se lamenta Erazo.
Se va urdiendo así una trama de violencia y expulsión constante que las arroja a las márgenes, a espacios segregados que las acuerpa detrás de esas fronteras de la no ciudadanía.

En un mundo de gusanos capitalistas hay que tener coraje para ser mariposa

“El amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo”, escribió Lohana Berkins poco antes de fallecer abriendo un universo de experiencias, recorridos, y nuevas posibilidades de seguir siendo frente a todo aquello que las niega.
“No queremos ser más esta humanidad” dijo Susy Shock y la furia trava arremolinó con fuerzas sobre la heteronorma, esa que en nombre de la moral y las buenas costumbres, las mata.
Una furia creadora que avanza, resistiendo y creando nuevos mundos, nuevas formas de estar, sentir, gozar, y transitar por los territorios nunca más en soledad. Los abrazos de sobrevivientes que se forjan para cobijar a las que vienen, sanan la orfandad que las sorprende tan temprano cuando emigran buscando burlar la muerte.
“Somos una familia travesti, entre nosotras mismas nos ayudamos: desde que fallece una compañera hasta la que quiere salir adelante”, explica Nicole Erazo y agrega. “Nos ayudamos con las herramientas que tenemos. Buscamos organizarnos y contenernos. Lo lamentable es que el Estado no nos dé respuestas”.
La violencia estructural que las sorprende desde muy pequeñas para arrebatarles la juventud, tiene un contrapunto: una constelación de gestos y vínculos que se aúnan en ese abismo al que pretenden relegarlas y del que emergen con potencia para hacer este mundo habitable.
foto: Kikina Sánchez- Patas Flacas Productora
El Estado ausente, las políticas de hambre, los discursos de odio, el avance de sectores transodiantes, la impunidad policial, conforman un aparato patriarcal que arroja a las márgenes a quienes cometen desacato. Pero frente a él, el arma es la insolencia de nuestros cuerpos, como decía Lohana, tomar las calles “para mostrárselos a una sociedad que no logra entender la fragilidad de nuestras vidas”.
El odio y el abandono estatal siguen funcionando como una picadora de carne para quienes se encuentran fuera de “la norma”. Pero la crueldad como política de Estado que pretende negar a las disidencias encuentra resistencias: al calabozo no vuelven nunca más, a la invisibilidad tampoco. “No nos han extinguido”, dice Camila Sosa Villada.
“Seguimos prendidas fuego. Todos los días nace una travesti, una hija travesti, una amante travesti, una hermana travesti, una esposa travesti, una médica travesti, una travesti poeta, una travesti abuela, una travesti madre. Todos los días un niño travesti espera para romper el cascarón. Lo hicimos siempre, en las peores condiciones y estamos acá, y marchamos no sólo por nuestra causa que es inclusión laboral, derecho a la salud, a la vida, a ser quien queremos ser. Estamos acá y damos batalla, no reclamamos otra cosa más que la vida.”
Compartinos tu opinión

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *