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El acoso se termina con educación, no sólo con sanción.

Por: Carina Ambrogi

La aprobación por unanimidad en la cámara de Senadores de dos proyectos con perspectiva de género esta semana, ponen en agenda un debate dentro del feminismo, que interpela a Diputados y Senadores a ir más allá de las acciones meramente punitivitas para avanzar en un cambio de fondo, que permita erradicar con educación las prácticas patriarcales que se ejercen con naturalidad y constituyen formas de violencia contra las mujeres.

Uno de los proyectos aprobados prevé incorporar al acoso callejero como una forma más de violencia, dentro de las que ya forman parte de la ley 26.485 de protección integral para prevenir, erradicar y sancionar la violencia contra las mujeres en el ámbito político y en el espacio público.

Esta medida que a todas luces resulta positiva porque otorga un nuevo instrumento en la lucha contra la violencia hacia las mujeres y disidencias, encuentra también claro oscuros en sectores del “feminismo no punitivista”, que entienden que el cambio no puede lograrse sólo aplicando sanciones a los infractores. La Asociación Civil “Observatorio contra el acoso”, fue una de las organizaciones feministas que se pronunciaron en tal sentido en 2018 cuando el proyecto fue presentado, mediante un documento remitido a la Cámara de Diputados. “El acoso es una manifestación diaria, constante y sistemática de la desigualdad en las relaciones sociales producto de la dominación de un género por sobre otro, pilar de la sociedad hetero-patriarcal en la que vivimos. Para erradicarlo se requiere un compromiso estatal, que incluya principalmente políticas públicas de concientización y visibilización”, señala el documento.

Daniela Poblete Ibañez, integrante del Observatorio, explicó en diálogo con La Marea que las situaciones de acoso les suceden exclusivamente a las mujeres y disidencias, lo que implica que es el resultado del dominio del espacio público por parte de los varones, quienes utilizan este mecanismo como una forma de control sobre el normal desarrollo de las mujeres en este ámbito.

“El acoso en su mayoría tiene connotaciones sexuales, pero no porque se quiera establecer un vínculo sexo afectivo con la persona que se está acosando, sino porque es a través de la sexualidad – algo absolutamente intimo- que se genera esa publicidad de la intimidad. Yo me siento con el derecho de hacer público lo que me gustaría hacerte. Quiere decir que dentro del espacio público que pertenece a los varones, todo lo que está dentro lo pueden poseer”, explica.

Este tipo de acoso de índole sexual es el más señalado o cuestionado, pero no es la forma de presentarse, es considerado también acoso por ejemplo el insulto a la mujer que maneja, “anda a la casa a cocinar”, suele escucharse cuando un varón al volante identifica a una conductora, no importa como maneja y a contramano incluso de las cifras que indican que los más peligrosos son ellos.

El acoso contra el pañuelo verde es una nueva modalidad de violencia callejera: “si estamos con el pañuelo verde somos mujeres violables o fáciles, o simplemente por una razón de odio por no estar de acuerdo con nuestras ideas somos objeto de recibir violencia física u ofensiva verbal”, señala Poblete.

Según el informe elaborado por la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires de la que participó el Observatorio citado, 10 de cada 10 mujeres han sufrido acoso alguna vez.

“Se trata de una situación abusiva, denunciante y de maltrato, pero esta tan naturalizada que cuando una chica lo denuncia se le ríen. Nos enseñan a tener que bancarnos esta situación, cuando en realidad hay que enseñar lo contrario. Más allá de la sanción esto se va a resolver con un cambio de actitud”, finaliza Daniela.

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