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Las hijas de los pañuelos blancos

Por: Carina Ambrogi

Dora Barrancos tuvo que exiliarse durante la última dictadura militar a Brasil, en ese entonces era Licenciada en  Sociología por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y militaba dentro del peronismo por un cambio rotundo en el sistema que pudiera terminar con las injusticias de clase. En sus 8 años de exilio tomó contacto con los movimientos y teorías feministas, una causa que se volvió prioritaria y abrazó para no soltarla más. Con la vuelta a la democracia regresa al país, renuncia al peronismo, critica el modelo familiar burgués centrado en la figura del varón público y la mujer hogareña y se avoca a investigar los movimientos sociales. Hoy es una de las catedráticas más prestigiosas del feminismo en Argentina y en América Latina. La historiadora, antropóloga y militante feminista, nos ayuda a comprender en esta entrevista como analizar la lucha de Madres y Abuelas de plaza de mayo desde una perspectiva de género; que legado dejaron para las jóvenes militantes de hoy, a las que llama “las hijas de los pañuelos blancos”, y cómo atravesó la dictadura los estudios feministas en nuestro país.

¿Cómo se explica la lucha de madres y abuelas desde una mirada de género, en esa transformación que hicieron de un reclamo propio del rol maternal pero en una esfera pública no permitida para las mujeres de la época?

La treta que utilizaron tiene un condimento que efectivamente se apega el régimen de la maternidad por un lado,  y por otro se despega del régimen de la politización de manera notable, ellas decían en aquel momento: “nos pueden ver politizadas”, “no se habla nada de política”, pero en el sentido en que vos lo propones una puede concluir, alguna vez escribí sobre esto, que las madres hicieron algo extraordinario, ese movimiento que era a politizado porque había nada menos que enfrentarse al terror, termino siendo el movimiento más intenso en materia política que hay tenido el país, un gran movimiento político que enfrentó al poder, algo que hoy la mayoría de las madres sobrevivientes reconoce. Hoy finalmente hay una articulación de aquella extraordinaria saga entre los sentidos vibrantes de un feminismo que no se conocía, y un sentido vibrante desde la política como conducta de enfrentamiento al poder y como condición necesaria del ejercicio de la vida.

En sus inicios no eran ni feministas ni políticas y luego hicieron una fragua extraordinaria de feminismo y politización.

Esa fue su treta, no había una lectura teórica que ellas pudieran hacer, pero al insurgirse en nombre de la maternidad lo hacían en torno a lo que era incluso prerrogado por el horror de los genocidas, porque la articulación de sentido de esa derecha tremenda era que la mujer tenía la obligación de ser madre, esa es una treta extraordinaria, en cuanto madres vamos a decir nuestra palabra, hay una vuelta de tuerca notable.

Creo que su legado hoy forma parte de este extraordinario derrame de insurgencia en torno de los derechos que se han dado sobre todo como manifestaciones tan masivas entre las mujeres más jóvenes. Esa lucha de las madres enraíza completamente la lucha que hoy encarnan las nuevas generaciones, Luciana Peker decía que se trata de la “revolución de las hijas”. La pregunta entonadora es como se dio ese proceso, y hay que tener en cuenta ahí varias cuestiones,  primero los cambios culturales intensos en la Argentina, la insurgencia de las más jóvenes, los cambios de la legislación en el país que franquearon el reconocimiento de las identidades sexo genéricas diferentes, la oportunidades de experimentar que tienen las más jóvenes hoy en ruptura con el régimen patriarcal sobre todo en el orden sexual, y desde ya movimientos tan grandes como el “Encuentro Nacional de Mujeres”, el movimiento “Ni una menos”. Aquí es importante señalar las predicas que se han hecho durante todos esto años en donde muchísimas mujeres pudieron acceder a cursos de formación más o menos formalizados, como escuelas populares destinadas a reescribir la idea de los sentimientos de derechos de las mujeres. Todo eso erosionó en junio y agosto del año pasado y no tiene vuelta atrás, y tiene además significado en algunos países de América Latina sobre todo en Chile, que tuvo su extraordinario mayo feminista.

¿Cómo era la realidad del movimiento feminista en los 70, se consideraba esta militancia peligrosa por las fuerzas represivas?

En los 70 había movimientos feministas pero eran muy trémulos, estaban en un contexto de tanta agitación en el vértigo de una generación en la que estábamos pidiendo una transformación tan radical, que los temas de género venían por añadidura. Esos feminismos quedaron ahogados, o debieron incorporarse a las luchas generales. Las que salimos al exilio volvimos todas feministas, y las que se quedaron resistiendo reaprendieron dramáticamente que había una circunstancia ex / ante de todo que era el reconocimiento de la igualdad en todos los derechos, y que eso atraviesa todas las clases sociales. Pero hablando puntualmente de las persecuciones, se dieron sobre todo hacia quienes militaban por la inclusión social no por el feminismo.

¿Entonces el regreso de las catedráticas exiliadas fue lo que trajo un auge en el feminismo a la Argentina?

Ninguna vino a iluminar a nadie, veníamos con nuestros nuevos acervos pero acá encontramos que compañeras nuestras ya habían iniciado el camino del feminismo, voy a recordad que en plena dictadura en 1978 comenzó a haber en psicología un movimiento de mujeres que se encontraban en el Instituto Geherts y hacían estudios sobre la situación de la mujer. En ese entonces el mundo estaba muy alterado por la “Segunda Ola”, pero aquí ese movimiento pasaba desapercibido, aquí que estábamos muy ocupados en la transformación radical de la sociedad en orden a alterar completamente la injusticia de clase. El otro fue un aprendizaje que muchas pudimos hacer en el exilio, y lo hicieron también las que se quedaron resistiendo.

Las madres y abuelas atravesaron diversos períodos en su historia, ¿Qué puede decir del período actual en el que están recibiendo tantas agresiones hacia las banderas que siempre levantaron?

Hay varias manifestaciones de hostilidad, pero yo no me ligo mucho a las hostilidades, prefiero ligarme a los reverberos extraordinarios de posicionamientos que tienen hoy las más jóvenes, que son desde mi perspectiva la enorme mayoría. Desde luego sabemos que la hostilidad existe y a veces no son solo de corte ideológico, sino que son también de orden empírico, pero creo que debemos perseverar en el acompañamiento de las más jóvenes.

Estamos en un año electoral y creo que hay muchas mujeres con gran claridad que se podrán incorporar a las listas, esto será crucial, no hay hoy grupo social interesante que no piense como responder a las demandas de las mujeres.

¿Considera que el feminismo es el movimiento social más importante de la actualidad?

Las movilizaciones del año pasado y de este año el 8 de marzo son sin duda el acontecimiento más grande demográficamente, eso es innegable, de ahí a que mucho varón que este un poco confuso lo animamos a que no se confunda tanto y que se ligue a este movimiento de reivindicación, porque siempre he pensado que la democratización de la vida también mejora la vida de los varones.

Usted señaló que la aparición de partidos de ultra derecha como el caso de Bolsonaro en Brasil no se podrían producir en Argentina, gracias al trabajo intenso de los organismos de derechos humanos realizado durante más de 40 años aquí. ¿Cree que esta es la mayor conquista que le dejan las Madres y Abuelas al país?

Creo que el mayor significado que dejan es el valor de la resistencia, el significado largo de la resiliencia, esa es la conclusión magnánima del legado de madres y abuelas, resistencias. Tiene sentido para la vida y al resistir nos tornaremos más fuertes y más resilientes.

 

 

 

 

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